RECUERDOS Y CONFLICTOS
Tras lo ocurrido ayer con Aksel, conciliar el sueño resultó difícil debido a la preocupación que me embargaba. El desconcierto de no saber exactamente qué sucede genera un estrés constante. Ahora, además, la inquietud por un maldito examen se suma a mis preocupaciones.
-No, no creo que pueda aprobar -me dije a mí misma con un suspiro, dejando que la ansiedad se apoderara de mis pensamientos.
Era el día del exámen de la peor materia del mundo: geografía. A pesar de haber dedicado horas de estudio, la incertidumbre me envolvía, y la idea de arruinarlo me atormentaba como una sombra persistente.
-Relájate Sasha. Debes tomártelo con calma -mi mamá intentaba infundirme ánimos, su voz suave como un bálsamo para mis nervios, aunque sabía que la tarea no sería fácil.
-Es que no puedo, siento que no puedo. Sabes que esa profesora me odia -mis palabras se escaparon cargadas de preocupación, mi rostro reflejaba una ansiedad poco disimulada.
-Creo que estás exagerando un poquito.
-Mamá, esa es mi frase, no me la robes -le lancé una mirada entre divertida y molesta, intentando aliviar la tensión con un toque de humor.
-Bueno ya, ponte a estudiar. Aún no es la hora de ir -me recordó, su tono materno tratando de restar importancia al nerviosismo que me consumía.
Intenté respirar profundamente, pero mis manos sudorosas delataban mi ansiedad al fregarlas contra el pantalón escolar que traía puesto. Sobrepensaba de nuevo, un hábito que me atormentaba en los momentos cruciales.
-No saldrá tan mal. Yo puedo -me dije a mi misma, forzando una dosis de positividad. A veces, cuesta creer en mis propias palabras, como si estuviera tejiendo una red de autoconvencimiento.
Repase durante horas antes de dirigirme a la escuela, y antes de salir, me puse el buzo de la suerte. Aunque me queda un poco grande, es el buzo que solía usar mi abuela, y al menos a mí sí me da suerte. Me trae recuerdos de ella, a pesar de que no suelo hablar de ella. Mi abuela falleció cuando solo tenía 9 años. Mi mamá solía contarme que en el momento de muerte, me levanté gritando, coincidiendo con la hora exacta de su partida.
Cuando era una niña, mi abuela era como un faro de luz y estabilidad de vida. Solía visitarla cada semana, y no importaba la actividad que hiciera con ella, los días con ella siempre eran los mejores. Recuerdo correr hacia su casa emocionada por ver las telenovelas juntas cada día de la semana. Ella era bondadosa, su risa resplandecía en la habitación. Era un alma inalcanzable, siempre en movimiento, tratando de enseñarme nuevas cosas, y viniendo siempre con sorpresas.
A menudo, mi mente se sumerge en pensamientos constantes sobre ella, imaginando las innumerables experiencias que podríamos estar compartiendo si estuviera presente físicamente. Sin embargo, en esos momentos de añoranza, la reconfortante certeza de que, aunque su ausencia sea tangible, su presencia etérea permanece. Me reconforta la idea de que desde el más allá, ella me observa con ojos invisibles y vela por mí con un amor que trasciende las barreras terrenales.
Desde mi perspectiva, este delicado equilibrio entre la nostalgia de su ausencia y el consuelo de su presencia es algo que podría parecer tierno. Aunque soy consciente de que, quizás, desde la óptica ajena, este enfoque de mi pensamiento pueda interpretarse como algo infantil. Pero, para mí, esa conexión que persiste más allá de la realidad física es un lazo que da forma a mis días, dotándolos de un significado especial que solo quienes han experimentado un amor perdurable podrían comprender plenamente.
Mis pensamientos se enredaban mientras caminaba, y de repente, me di cuenta de que ya me encontraba frente a la imponente puerta de la preparatoria. El trayecto hasta aquí, que alguna vez me pareció largo e interminable, ahora se desvanecía en breves instantes. Aunque, al mirar el imponente edificio, las ansias de ingresar no me embargaban con la misma intensidad.
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Until The Last Breath ©
Teen Fiction[COMPLETADA] Ella desconoce el significado del amor, mientras que él busca comprender la verdadera esencia de la felicidad. Anhelando la capacidad de amar, ella se cruza con él, anhelante de ser amado. Aunque como el agua y el aceite, sus diferencia...