XVII

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TU VERDAD

Cuando te sumerges en el amor y finalmente logras unirte con esa persona especial, puede sentirse como si lo tuvieras todo. Sin embargo, a veces la realidad difiere de tus expectativas, creando una desilusión que es a la vez hermosa y dolorosa. Esperar que todo sea perfecto refleja cuán profundamente estás enamorado, pero la cruda realidad puede convertirse en tu propia maldición.

En esos momentos, deseas no haber caído enamorado, incluso llegas a anhelar no haber conocido a esa persona. Buscar una razón, un responsable, o simplemente cuestionarte por qué te sucede a ti, es natural. La respuesta, aunque no sea concreta, reside en ti mismo.

A veces, las cosas suceden por alguna razón: las personas, el lugar, el momento. Aunque no tengas un control absoluto, al lidiar con el tiempo, perdemos la noción y es entonces cuando ocurren las cosas menos esperadas.

-¿En qué piensas? -inquirió el chico, con una expresión de amargura marcada en su rostro, observándome con atención.

-En ti -dejé escapar, provocando que su rostro se tornara del color de un tomate maduro. Con la mano sobre su mejilla, apoyado en la mesa, desvió la mirada-. Cállate, concéntrate.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro mientras lo observaba. Es tan hermoso y perfecto que, paradójicamente, debería ser yo la que se ruborizara. Sin embargo, resulta entretenido verlo actuar de esa manera. Dan sostiene que parece mi perro guardián, una comparación a la que me resisto, pues él no es un animal.

Unos días transcurrieron desde mi tropiezo con la geografía, y la siguiente materia a rendir era fisicoquímica. Cuando le conté a Aksel sobre mis dificultades académicas, se ofreció a ayudarme. Debo decir que no solo es un genio, sino también un profesor sexy con esos anteojos que le dan un toque intrigante.

Entre libros y apuntes, nuestras sesiones de estudio se convirtieron en momentos donde las ecuaciones cedían paso a risas compartidas y complicidad.

-¿Entiendes ahora la función de partículas? -preguntaba Aksel on una sonrisa que solo mostraba conmigo, y yo asentía, agradecida por su paciencia.

El tiempo parecía disolverse cuando estábamos juntos.

-Eres mi héroe de las fórmulas -bromeé un día, y él rió, una risa que resonó como melodía en el aula vacía.

No obstante, una tarde, entre libros y risas, nuestras miradas se encontraron de una manera distinta.

-¿Te gustaría salir después de la sesión de estudio? -propuso tímidamente sin cambiar la expresión de amargado que siempre lleva consigo, desviando la mirada como si temiera mi respuesta.

El corazón latía con fuerza, y antes de que pudiera responder, supe que la fisicoquímica no era la única fuerza en juego. Desde aquel momento, nuestras conversaciones se volvieron un delicado equilibrio entre moléculas y emociones, demostrando que en el complejo experimento de la vida, a veces, las reacciones más inesperadas resultan ser las más fascinantes.

-¿Me estás invitando a salir...? ¿Una cita? -pregunté sin rodeos, y él, sin mirarme aún, asintió -¿Sabes que me escape de mi casa para que puedas darme clases en la casa de Jos? -reí levemente.

-Lo sé -respondió secamente. Su manera de ser no me molestaba en absoluto; al contrario, sentía que lo conocía de toda la vida, y me encantaba tal como era.

Sin prisas, acerqué mi mano lentamente a la suya y empecé a acariciar con la yema de mis dedos esa mano gigante posada sobre la mesa. Él, al notar mi contacto, volvió a dirigir su mirada hacia mí, mostrando una mezcla de sorpresa y curiosidad.

Until The Last Breath ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora