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PASADO CON DOLOR

-¡Abuela! ¡Abuela! ¿La novela aún no ha comenzado? -sonreía con inocente alegría mientras me acomodaba en su regazo.

-Ahora estamos en las propagandas, Sashi. ¿Qué te parece si mientras esperamos disfrutamos de palomitas de maíz? -acariciaba mi cabeza con la sonrisa más cálida que he visto en mi vida.

-¡Sí! ¡Eres la mejor abuelita!

Ella irradiaba felicidad, siempre esparciendo su luminosidad al mundo, desprovista de maldad. Era la luz que iluminaba nuestra familia, mi segunda madre, simplemente hermosa. Para mí, era todo lo que necesitaba para ser más que feliz, y sin embargo, la perdí.

-¿Por qué encierran a mi abuelita en esa caja? Mamá, mami -la jalaba de su túnica mientras las lágrimas se desbordaban sin cesar de mis ojos-, ¿Cuándo volverá mi abuelita? Quiero ver novelas con ella, mamá.

Mi madre, con ojos rebosantes de tristeza, se arrodilló frente a mí, sumergiéndose en el dolor compartido. Sin emitir palabra alguna, me envolvió en un abrazo reconfortante. En ese instante, anhelaba escuchar un tranquilizador "todo estará bien", pero la respuesta al silencio solo profundizó mi pesar. La incertidumbre pesaba en el aire, y en ese momento, mi única deseo era dejarme llevar por el llanto, permitiendo que mis lágrimas fluyeran sin restricciones hasta que mis ojos reflejaran el rojo intenso de la angustia que llenaba mi corazón.

A la temprana edad de nueve años, recibí la noticia de la partida de mi abuela, y ese momento quedó marcado por el eco de un grito que resonó en mi despertar. Aquel grito, un presagio de su transición a la eternidad, dejó a mi madre sobresaltada y a mí en un estado de confusión y asombro. Desde entonces, he sentido una conexión inexplicable, una especie de lazo más allá de lo que los demás pueden comprender.

En ocasiones, me sumerjo en la idea de que al perder a mi abuela, también heredé parte de su esencia mágica. Ella irradiaba una magia indiscutible, una presencia que dejó huellas imborrables en mi ser. Sin embargo, esa pérdida también engendró un vacío, un espacio que ahora ocupa mi ser y me sumerge en un pozo emocional del cual no he logrado emanciparme.

Este enigma de sentirme atada a la magia de mi abuela mientras enfrento el hueco que su ausencia dejó en mi vida ha creado una dualidad en mi existencia. La búsqueda de comprender esta conexión más allá de lo tangible se ha convertido en un viaje introspectivo, donde la magia y la melancolía convergen, dejándome atrapada en un espacio donde las emociones y la esencia de mi abuela entrelazan sus hilos en mi realidad cotidiana.

La añoranza por los días en que mi abuela estaba presente se convierte en un suspiro doloroso que desearía transformar en un retorno al pasado. La fantasía de devolver el tiempo para abrazarla nuevamente y aferrarme a ella con la firmeza de nunca soltarla se torna un anhelo profundo que se instala en mi corazón.

No obstante, también existe en mí una comprensión nublada por la incertidumbre. Intento persuadirme con la idea de que quizás la vida, en su misteriosa sabiduría, tuvo razones para arrebatarla de mi lado. Es un consuelo que anhelo creer, una explicación que podría aliviar el dolor de su ausencia. Pero en la maraña de pensamientos, la confusión persiste, y me encuentro debatiendo entre la necesidad de entender y la imposibilidad de hacerlo completamente. En este vaivén de emociones, la vida se manifiesta como una entidad ambivalente. Por un lado, la añoranza y el deseo de volver atrás, y por otro, la aceptación forzada de un destino que parece indescifrable.

-Shh, ahí viene la tostada en persona -tras aquel comentario, el eco de risas burlonas llenó el aire, dejando tras de sí una huella de crueldad innecesaria. Era una forma estúpida de hacer bullying, un recordatorio constante de la insensatez que a veces permea en la convivencia escolar.

Until The Last Breath ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora