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UNA OLA DE EMOCIONES

Cuando pensamos
que un corazón ha dejado de amar, 
una sola voz tiene el poder de carcomerlo
desde adentro hasta que sientes el dolor.
Y cuando ese dolor llega,
se convierte en un recordatorio implacable
de que nunca dejaste de amar.

Un nudo apretado se formó en mi garganta mientras atravesaba el pasillo en la casa de Dan. Me había avisado que saldría a hacer compras, así que me quedé sola, o eso pensaba. El sonido del baño rompió el silencio, y mi curiosidad me llevó hacia allí, confundida.

Todo parecía normal hasta que lo vi a él, el señorito imbécil. De repente, mis mejillas ardían, el frío desapareció para dar paso a un calor abrumador. Nuestros ojos se encontraron, y una mezcla de vergüenza y excitación se apoderó de mí. Estaba perpleja, incapaz de comprender cómo podía sentirme tan avergonzada y, al mismo tiempo, tan atraída. Me quedé inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido, sin palabras ni acciones claras. Mis emociones se desbordaban, atrapándome en ese momento incómodo. Quería huir, pero al mismo tiempo no podía apartar la mirada. Su mirada tenía algo hipnótico, ya sea la profundidad de sus ojos o la forma en que me envolvían. Me sentía como un animal atrapado en una trampa, sin un camino claro para escapar, cayendo en un abismo de sensaciones desconcertantes.

-Hola -pronunció el idiota con simplicidad.

-Hola -respondí mientras se acercaba, obligándome a levantar la mirada para seguir el rastro de sus ojos arrogantes.

Estar a solas con él me generaba malestar; las dudas sobre su sinceridad, si me utilizaba o si todo era una cruel broma, martillaban mi mente. La incertidumbre sobre si su trato era genuino o solo una ironía persistente me agobiaba como una pesadilla. Inmóvil, incapaz de articular palabras, mi mente se debatía entre pensamientos angustiantes. Era tan perfecto que no lograba apartar mis ojos de su imponente presencia.

-¿Por qué me observas de esa manera? -eleva una ceja.

-¿Cómo de qué manera? -frunzo el ceño.

-¿Estás molesta? -me pregunta directamente, aunque su expresión denota confusión.

-¿Por qué lo estaría?

-No sé, dímelo tú -se endereza con una mano en la cadera.

-No, no estoy molesta.

-Díselo a tu cara -posa una mano en la pared junto a mi cabeza, y me tenso.

-Recuerda que tú y yo no somos amigos, esto es por Dan -estrecho los ojos mirándolo.

Mi pulso se aceleró cuando se inclinó hacia adelante para mirarme de cerca. En algún momento dejé de respirar, escuchando los latidos rápidos de mi corazón. Me preocupaba que él pudiera oírlos. Existe una conexión que escapa a mi comprensión, más allá de la supuesta amistad que compartimos. El dulce aroma de su perfume llega a mis fosas nasales, y de repente, me pregunto qué colonia utiliza. No sé por qué ahora eso me importa. Traté de mantener mi postura, sin revelar ninguna debilidad.

-Tu novia -le solté sin remordimientos.

-¿Emma? -no le quité los ojos de encima, hasta que escuché una risa sarcástica que me confundió aún más.

Until The Last Breath ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora