XXIV

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CONFUSIÓN

La noticia sobre la enfermedad de Aksel me golpeó como un mazo en el pecho, dejándome sin aliento y con un nudo en la garganta que parecía crecer con cada minuto que pasaba. Aquella noche, mientras el mundo dormía a mi alrededor, me sumergí en un mar de información virtual, desesperada por entender lo que estaba sucediendo.

Cada clic era una zambullida más profunda en un abismo de incertidumbre y desesperación. Cada testimonio, cada artículo médico, solo servía para profundizar mi angustia. La pantalla brillaba con detalles sobre los síntomas, los tratamientos y las consecuencias de la enfermedad, pero ninguna palabra parecía ofrecer consuelo.

Las historias que encontraba eran como flechas envenenadas dirigidas directamente a mi corazón. Algunos relatos describían vidas destrozadas, familias desgarradas por el dolor y la confusión. Otros eran aún más oscuros, llenos de tragedias inimaginables que me hacían estremecer de terror.

Mis manos temblaban sobre el teclado mientras luchaba por asimilar la enormidad de lo que había descubierto. ¿Cómo podría enfrentar algo así? ¿Cómo podría ayudar a alguien que amaba a lidiar con una carga tan abrumadora? Me sentía perdida en un mar de dudas y miedos, incapaz de encontrar un rayo de esperanza entre tanta oscuridad.

-¿Realmente podré con esto? -murmuré para mí misma, sintiendo el peso de la responsabilidad aplastándome el pecho-. Maldición, solo tengo quince años.

Dejé caer mis manos sobre mi rostro, sintiendo el calor de las lágrimas amenazando con escapar. La confesión de Aksel, la verdad que había compartido conmigo, era como un peso insoportable sobre mis hombros. La enfermedad, esa palabra que ahora resonaba en mi mente como un eco siniestro, parecía igualar a algo irreparable, algo irremediablemente malo.

Como si el universo entero se desvaneciera en un suspiro, la idea de abandonar todo volvió a colarse en los recovecos de mi mente. Tal vez sería lo más sensato, lo más misericordioso para ambos, poner fin a lo que habíamos comenzado. Después de todo, ¿qué significaba realmente nuestra relación? ¿Un capricho adolescente condenado al olvido, sin futuro, sin un "nosotros" que perdurara más allá de mi mundo? Pasé más tiempo con él que con cualquiera de mis otras citas, y aún así, la lógica detrás de esa elección se me escapaba como arena entre los dedos.

La noticia de la enfermedad de Aksel resonaba en mí como un eco desgarrador. ¿Por qué había golpeado tan profundamente, tan dolorosamente? ¿Por qué ahora, cuando apenas comprendía los laberintos de mi propia inseguridad con Esme, cuando la necesidad de tenerlo a él junto a mí eclipsaba cualquier razonamiento? Ni siquiera tenía una definición clara de lo que era el "amor", cómo debería sentirse, cómo debería manifestarse. Solo sabía que algo dentro de mí se retorcía, como si una sombra se estirara desde lo más profundo de mi ser y amenazara con engullirme por completo.

El dolor, ese dolor que palpitaba con cada latido de mi corazón, se volvía cada vez más insoportable. Era como si mi corazón mismo estuviera advirtiendo que el vaso de mis emociones estaba a punto de desbordarse, llevándose consigo cualquier atisbo de calma o racionalidad que aún quedara en mí. La idea de abandonarlo, de abandonarlo todo, se presentaba como una tabla de salvación en un mar de confusión y desesperación. Pero, ¿era realmente la respuesta, o solo otro espejismo en el desierto ardiente de mis pensamientos atormentados?

-Sasha -el sonido de la voz de mi padre me sacó de mi ensimismamiento, haciendo que diera un brinco en mi asiento al verlo en el umbral de la puerta, con una ceja ligeramente alzada en señal de sorpresa-. ¿Qué haces despierta a estas horas?

Until The Last Breath ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora