IV

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El asiento que se había mantenido vacío por dos días seguidos a su lado la tenía preocupada.

Myah se había levantado esa mañana con la noticia de que había habido una intervención el fin de semana, una de sus madres había expresado preocupación, pues temía que fueran a hacer algún tipo de requisa; su otra mamá había tratado de evitar el tema, no les incumbía —le había dicho, pero Myah no podía quitarse esa espina de preocupación e incomodidad que le causaba el que nadie supiera de Theo.

Por supuesto podría estar enfermo, quizá incluso simplemente no quería ir a la escuela, pero ella dudaba que ese fuera el caso.

La gente hablaba, después de todo. Si el hijo de uno de los agentes más reconocidos se enfermaba, seguro la escuela lo sabría. Alguien lo sabría. Por más de que las cúpulas no eran pequeñas, sino todo lo contrario, de alguna forma las personas siempre conocían a quien tenían que conocer, siempre hacían lo que tenían que hacer y nunca cuestionaban todo lo que podían cuestionar.

Era raro, pero Myah odiaba eso: que todos se comportaran como pequeños robots programados, sabiendo que sus vidas y futuros estaban y estarían siempre dentro de las cúpulas cuando tenían un mundo grande y vasto para recorrer... Excepto que dicho mundo estaba plagado de criaturas que desafiaban la realidad, una mezcla entre vivo y artificial, y de los que solo tenían la información justa y necesaria: los digimon.

Ella observó impacientemente las escaleras hacia su habitación mientras terminaba de recoger los platos. Sus madres conversaban alegremente en la cocina, una lavaba y la otra secaba, hombro a hombro.

—¿Pasó algo interesante hoy en la escuela, Myah? —una de ellas preguntó de pronto, dando media vuelta. A diferencia de Myah, su piel era de color canela y su cabello tan lacio que apenas necesitaba peinarse.

Para Myah, su mamá siempre había tenido el porte de una princesa tanto al hablar como al moverse.

—No, es solo... —se aclaró la garganta —. Tengo algo de tarea.

—Hm... Eso no suena a que no pasó nada —su otra madre era más intuitiva así como enérgica, de cabello corto y rubio, y piel bronceada por sus días como agente —. ¿Algo en lo que podamos ayudar?

Myah sonrió, su madre había visto más allá de su excusa, y estuvo a punto de negar con la cabeza, cuando se le ocurrió:

—¿Has oído algo de los Merabe?

Su madre parpadeó.

—¿Cedric y Theo? —Myah asintió, pero su madre la miró con rendición —. Aunque hubiéramos sido parte de la misma división, al renunciar dejan de mantenerte al día, perdón querida.

Myah no tenía nada que perdonar, así que solo se dirigió a su habitación.

No sabía qué tan cierto era lo que decía, pero aunque no lo fuera, estaba segura que no les importaría mucho. Su madre había renunciado a ser agente, después de todo, porque había llegado a la conclusión de que no necesitaban nada más que la seguridad que les ofrecían las cúpulas. Una conclusión a la que seguramente había llegado tras perder a tantos amigos cercanos, como los padres biológicos de Myah, en expediciones u operaciones de defensa. 

Ella suspiró. No era tonta, no planeaba sublevarse ni nada por el estilo. Había visto los videos recuperados de las expediciones, lo que los agentes enfrentaban casi diariamente en los bordes, sabía lo que los digimon eran capaces de hacer, pero...

Por alguna razón, quizá solo su instinto, Myah sabía que todo eso estaba relacionado con Theo y con el dispositivo que el otro día había llevado a la escuela. Si bien de alguna manera parecía más animado, no había sido secreto que de pronto también se había vuelto más evasivo, cuidadoso, como si tratara de esconder algo. Una vez incluso lo vio reír en el patio y pensó que había conseguido por fin noticias de su preciada amiga, solo para después no mencionar nada en lo absoluto. Eran comportamientos contradictorios, claramente, pero Myah sabía que no era casualidad.

¿Y cómo lo sabía? Pues...

Cerró la puerta detrás de ella y se arrodilló para buscar bajo su cama. Una tabla de madera ligeramente más levantada que el resto, como si la humedad la hubiese hinchado, aunque no era eso.

Metió sus uñas en el estrecho espacio entre tablas y la alzó, dejando a la vista un escondite que de no ser porque un día se lastimó la rodilla al intentar alcanzar algo que había rodado ahí abajo, jamás lo hubiera encontrado. El aparato de color negro con detalles rosas se encendió apenas lo tocó. Myah no lo había vuelto a sacar de ahí desde la última vez, meses atrás, temerosa de lo que podía causar. Tampoco se lo había mostrado a su familia, aunque sí había preguntado si acaso sabían de algún escondite secreto en la casa.

Por supuesto, solo lo tomaron como un comentario gracioso. Si es secreto, claro que no lo sabrían, por más de que ya llevaban décadas viviendo ahí mismo.

La pregunta "¿quieres saber?" brillaba firmemente en la pantalla y solo habían dos opciones de respuesta: sí o no.

Era una pregunta extraña. Críptica por decir lo menos; y se cuestionó si a Theo le había aparecido el mismo mensaje, puesto que claramente era el mismo dispositivo, pero su intuición le gritaba que si planeaba hacerlo, ese era el momento para responder, por más de que no supiera exactamente a lo que se refería. Su corazón latía rápidamente, y en un destello pensó en su amigo y en el mundo.

Sí, Myah quería saber.

De repente, apenas pensó eso, la pregunta desapareció de la pantalla y algo se iluminó por detrás. Myah tuvo que alejarlo del suelo para ver lo que era, pues a pesar de que parecía solo una luz, pronto se dio cuenta que había una forma. No, más de una forma, de hecho, ya que las líneas que veía, algunas paralelas y otras cruzándose, se le hacían increíblemente familiares.

Era un mapa, y no cualquier mapa, sino uno de la cúpula y un punto rojo parpadeaba lejos de la flecha azul que, suponía, la representaba. Cerca de los bordes a los que casi nadie frecuentaba. Myah tragó saliva, experimentó un poco más con el holograma y luego éste se apagó repentinamente, justo cuando alguien llamó a la puerta de su habitación.

Myah lo escondió tras su espalda cuando su mamá entró a decirle que irían por unos helados y que si quería ir. Sería raro que no quisiera, dado lo golosa que era, así que aceptó por inercia. Pero se quedó pensando en lo que había pasado. 

¿Acaso el dispositivo tenía algún tipo de sensor? 

Y no solo eso, Myah decidió ponerlo dentro de su bolso esta vez, solo por si acaso cuando su mamá dejó su habitación. 

Quería que fuera a ese lugar... ¿no?

No haría daño si solo se arriesgaba un poco para investigar... ¿no?

DIGIMON: PROYECTO NEXUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora