XXIII

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T observó exhaló y observó alrededor: a sus compañeros y a sus digimon que revoloteaban junto a ellos, sin saber qué hacer.

Soportó su peso sobre una de sus piernas y frunció el ceño. Acomodados en el suelo, estaban Theo, Aina, Ren, Myah y Nesta, cada uno en un plácido sueño por más de que ya pasaba del medio día. Habían tratado de despertarlos e incluso los habían movido frente a la arcaica estructura de piedra, cada uno sobre una sábana respectiva, para tener más espacio y no tener que estar yendo de un lado al otro. Los padres de Ren y Nesta, que habían estado listos para partir con su grupo, decidieron quedarse para ayudar, alegando que después alcanzarían a los demás.

Joseph tomó aire y T caminó, con Vorvomon a su lado, para ubicarse al lado de Ren, quien estaba más cerca, y acuclillarse.

Lo sacudió una vez más. Jazamon inclinó la cabeza e intentó despertarlo al picotearle la mano.

Pero nada.

Claramente no era normal.

—¿Están enfermos? —Joseph preguntó a quien sea.

La mamá de Nesta, que estaba arrodillada a su lado, limpiándole el rostro con un trapo húmedo, se encogió de hombros. No era exactamente una doctora o enfermera como para dar un diagnóstico, pero la gente confiaba en ella como curandera.

—No hay fiebre ni parecen haber sido picados por algo. Están... dormidos —contestó entre segura de lo que decía y confundida por lo que decía.

—¿Dormidos? —T repitió, volteando para asegurarse de que había oído bien.

Solo que, en lugar de ver a la madre de Nesta, el rostro de Bakumon apareció de repente, haciéndolo perder el equilibrio y caer sobre su trasero por la sorpresa.

—¡Están soñando! —exclamó con emoción, solo para después volver a flotar sobre cada uno.

Oyó a Joseph reír por lo bajo, seguramente por la mueca que se le había formado en la cara. Justo como Nesta, y se notaba, Bakumon parecía ser una bola de energía acumulada.

T se levantó y sacudió su pantalón. Dorumon estaba acurrucado al lado de Theo, Tukaimon volaba sobre la cabeza de Aina, Jazamon seguía picoteando a Ren, claramente frustrado y Lopmon estaba... —T se aclaró la garganta, no era momento de reír. No sabía cómo Myah se arreglaba el cabello, pero estaba seguro que despertaría para una curiosa sorpresa.

—Esto definitivamente es un problema —Drey comentó, cruzando los brazos, a lo que Lina lo golpeó en las costillas.

Ambos les habían dado el alcance días después, no solo para poner a Joseph al día con el plan y lo que estaban construyendo en la base, sino también para ver cómo estaban.

—Bakumon —Lina llamó y el digimon tapir volvió a mirarla —. ¿No puedes despertarlos con tus, uh, habilidades?

—¿Habilidades? —Bakumon inclinó la cabeza, luego volteó hacia los elegidos que dormían y sonrió como si le resultara gracioso —. ¡Nope! Yo no.

—¿Y no te preocupa?

—¿Por qué? ¡Están felices, mira!

Antes de que pudieran detenerlo, Bakumon alzó las patas y una especie de niebla, como una nube nocturna, los cubrió. De pronto fue como si el día se hubiera vuelto noche en un instante y las únicas fuentes de luz que aparecieron fueron las pantallas de los digivices, de los que también empezaron a escuchar distintos sonidos, entre ellos voces y cosas del día a día.

Joseph frunció los ojos y se acercó a uno de los chicos, Theo, que tenía su digivice en el bolsillo. Dorumon inclinó la cabeza cuando la voz de su elegido se oyó claramente.

DIGIMON: PROYECTO NEXUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora