XII

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—¡Nesta, nos vamos adelantando! —avisó uno de los hombres que habían ido con ellos.

—¡Sí! —Nesta contestó, alzando una mano y agitándola en el aire como señal de que lo había oído. El hombre se echó el cesto con frutas recolectadas a la espalda y caminó de regreso al Cuartel con dos compañeros más.

Ella exhaló y se estiró, llevando las manos hacia atrás para aliviar la tensión en su cuerpo. No solo todavía le dolía todo después del tremendo golpe, sino que ahora estaba atascada con T en una de las labores diarias y aunque le caía bien, no era secreto que podía ser un poco agotador.

Observó a Bakumon y Vorvomon jugar a unos metros de distancia, su digimon más bien fastidiando lo suficiente al compañero de T para que lo persiguiera, y luego volvió la mirada a T.

Su ceño fruncido mientras diferenciaba qué fruto había madurado y cual casi la hace reír.

—Sabes —intentó llamar su atención, asomándose por sobre el arbusto en el que estaba enfocado —. No tienes que ser tan duro con ellos.

T no dejó de fruncir el ceño cuando la miró, aunque claramente ahora era una expresión inquisitiva. Nesta estaba completamente segura que le saldrían arrugas más pronto que tarde.

—¿Ellos? —repitió.

La rubia rodó los ojos.

—No te hagas el loco. No es su culpa haber nacido con más suerte.

Después de conocerlo por tantos años, ella esperó una réplica astuta, quizá hasta fastidiada o sarcástica, digna de alguien que parecía estar amargado la mayor parte del tiempo, pero en su lugar T solo volvió la mirada a su trabajo, guardando la fruta que consideró lista, y suspiró.

—No se trata de suerte —contestó entre tranquilo y serio antes de ponerse de pie. Un segundo después Vorvomon ya estaba regresando a su lado para esconderse detrás de sus piernas, huyendo de Bakumon y la gran jeringa que de algún lado había sacado.

Nesta, que había apoyado una mano en la cadera, respiró profundamente y relajó los hombros. Ciertamente, quizá no se trataba de suerte, tal vez era alguna intervención Divina, o lo más probable es que no fuera nada lo que justo había juntado a tres chicos de afuera con tres de las cúpulas, pero...

—Tienen potencial, ¿a que sí? —Nesta sonrió, codeándolo amistosamente, solo para picar un poco de alguna reacción, aunque sí creía en lo que decía. No solo por Theo, que actuó mucho antes que Ren y T solo para salvar a su amiga, sino también Myah, que no tuvo miedo de lo desconocido, y Aina, que con determinación logró salir de donde no quería estar y terminó evolucionando a Tukaimon el mismo día que se conocieron —. Esos tres realmente-...

¡Fuash!

Son prometedores, es lo que quería decir; sin embargo, un ruido sordo a la distancia junto a una fuerte onda de viento que agitó hojas y ramas en su dirección la interrumpió al lograr que por instinto ambos tuvieran que llevarse los brazos a la cara para cubrirse.

T volteó primero, luego Nesta. Tanto Bakumon como Vorvomon se habían puesto alertas, mirando hacia la misma dirección.

Habían presenciado muchas batallas entre digimon, unas más crudas que otras, e incluso habían participado en algunas, por pura supervivencia; no obstante, había algo en el ambiente que los hizo sentir que algo andaba mal. No solo por el mortal silencio que siguió, sino por el horrible y antinatural grito, o rugido, o lo que sea que fuera que les hizo poner los pelos de punta.

—¿Eso es una batalla? —Nesta inquirió con la voz un par de tonos más aguda. Desde donde estaban, podían ver copas de árboles desapareciendo cada tanto —. ¿Crees que se acerquen mucho al Cuartel?

DIGIMON: PROYECTO NEXUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora