XXV

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Antes de darse cuenta, semanas pasaron en un abrir y cerrar de ojos. No estaban seguros de cómo, pero en lo que curioseaban las funciones de sus digivices, entrenaban con sus digimon y —en el caso de Theo, Aina y Myah —aprendían más sobre el exterior, los días se pasaron volando y, más pronto que tarde, Drey y Lina, que habían vuelto al cuartel, regresaron para comunicarle a Joseph que ya estaban iniciando con lo planeado.

Y, de algún modo, eso significó la aparición de un tipo raro de auto, o quizá pequeño camión, de color verde militar, con asientos suficientes para todos en la parte trasera, dos pares de enormes llantas, antiguo y que Theo recordaba haber visto antes, en alguna vieja fotografía de sus padres en una expedición.

Un portatropa.

—¿De dónde sacaron eso? —Theo llegó a preguntarle a Drey mientras los demás subían con sus pocas pertenencias. Se aseguró de que nadie les estuviera prestando atención, pero no pareció muy importante.

—Joseph —dijo simplemente, una sonrisa asomando a su rostro antes de ponerle una mano en la cabeza y revolver su cabello con esmero —. Es para no agotar a sus compañeros con sus evoluciones, ni a ustedes con la caminata, no le des muchas vueltas.

Theo no estaba planeando hacerlo y, entre baches y ocasionales ramas y raíces, de alguna forma encontraron un camino lo suficientemente amplio para que el portatropa comenzara a andar sin mayores problemas.

Dicho y hecho, no necesitaron evolucionar a sus compañeros ni tuvieron que caminar por horas para regresar al Cuartel.

El lugar seguía, por decir lo menos, en reconstrucción. Troncos de árboles alguna vez frondosos yacían en el suelo, habían pedazos gigantes de tierra esparcidos aleatoriamente, así como todavía se mantenían los hoyos y rastros de los proyectiles lanzados por Callismon.

Se las habían arreglado, sin embargo, para estabilizarse. Habían logrado establecer un perímetro claro con lo que tenían para mantener a los digimon salvajes alejados y ahora que ellos estaban de regreso podían ayudar a mover y darle forma a la tierra y a los cultivos de nuevo. Eso, si no aparecían más digimon artificiales, pero Lina se encargó de comentarles que no habían visto ni rastro de algún nuevo espécimen cerca y, siendo que ellos mismos habían estado tranquilos, dudaba que la Directiva tuvieran más de esos en su arsenal.

Les habían dado tiempo, lo que daba paso a la siguiente fase del plan, por la que ahora ellos habían vuelto.

—Inhibidores... —Myah repitió, pensativa, cuando Joseph empezó a explicar lo que harían, y alzó la mirada hacia Ren, que estaba al otro lado de la mesa con los planos y mapas, dentro de la cabaña principal —. Como cuando fuiste a la Cúpula IV, ¿no es así? El sistema dejó de funcionar por unos minutos.

Ren asintió.

—Parecido —contestó —. Eso fue solo una prueba.

Myah sonrió un poco, aunque probablemente pareció más una mueca que una sonrisa. Lo llamaba prueba, pero dentro de la Cúpula había sido un caos seguramente.

—¿Entonces solo necesitamos hacer eso de nuevo para llegar a Yggdrasil? —Nesta, a quien por fin sus hermanos habían soltado, hizo una mueca antes de mirar a Aina a su lado —. ¿Así de fácil?

Ella presionó los labios y desvió la mirada.

—No exactamente...

Pero quién explicó fue Theo.

—Eso sería si estuviéramos apuntando a una sola Cúpula —dijo, y luego movió su dedo hacia el centro, hacia el punto más resaltante entre todas —. Pero la energía de la Cúpula I, que es en donde seguramente tienen a Yggdrasil, es potenciada por el resto...

DIGIMON: PROYECTO NEXUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora