Capítulo 16

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Falsedad universal

- ¡Me violaste! – revela.

Esas dos palabras resonaron como un eco turbio. Altagracia y José Luis estaban detrás del cristal escuchando el enfrentamiento entre Regina y León. Un escalofrío recorrió la espalda de la rubia cuando se enteró de la inimaginable verdad:

León, con quien estuvo casada, había violado a su mejor amiga.

Miles de preguntas llegaron a su cabeza. ¿Por qué lo ocultó? ¿Por qué dejó que viviera bajo el mismo techo con un violador?

Quería que respondiera a todas sus preguntas.


- ¿Qué estupideces estas diciendo? – niega – Tú te ofreciste.

- Eso jamás, tú me violaste, me forzaste a estar contigo a pesar de que te pidiera a gritos que pararas.

- Regina, por favor...- dice irónico – estaba bajo los efectos del alcohol y la cocaína, no sabía lo que estaba haciendo.

- ¿Ves? lo recuerdas perfectamente – golpea la mesa – Y aun así tuviste el descaro de casarte con Altagracia, siendo consciente de lo que habías hecho.

- Tú igual. Preferiste callar antes de decirle – ríe – Regina, ya es demasiado tarde para que te pongas a reclamar, está fuera de lugar.

- Nunca está fuera de lugar – seca las lágrimas que se habían escapado – voy a denunciarte y hacer que se sumen más años a tu condena.

- No tienes pruebas.

- Eso es lo que tú crees – sale de la sala.


Lo primero que vio cuando salió fue la decepción en los ojos de Altagracia. Sintió la dualidad de las emociones encontradas en su alma, un alivió por haber gritado la verdad, el ardor de las heridas nunca sanadas volviendo a abrirse y dolor de haberle causado daño a su mejor amiga, apuñaban su pecho, y es que, en un tiempo de falsedad universal, decir la verdad es un acto revolucionario.


- Alta... - murmura.


La rubia solo pudo negar con la cabeza. Por un lado, quería abrazarla porque se imaginaba la tortura que había pasado todo este tiempo, pero por otro quería gritarle, reclamarle que hubiera permitido que todo esto pasara.


- Déjame hablar contigo – pide.

- ¿Qué me vas a contar?

- Se... - respira hondo tratando de recomponerse – sé que debes tener miles de dudas y me gustaría resolverlas.


Ella accedió, así que ambas se encaminaron a la oficina de la rubia para tener privacidad y charlar sobre el tema.


- Eres abogada, Regina. Pudiste haber dicho todo desde hace tiempo.

- Yo sé – cierra los ojos asintiendo – pero no pude, el miedo me ganó.


En ese instante, la oficina se volvió un trato de emociones. Altagracia se encontró atrapada entre el desconcierto y la furia, tratando de procesar la complejidad de la traición, Regina comenzaba a relatar el suceso.


- Fue el día de tu despedida de soltera. Había bajado del edificio para ir por más alcohol, caminé por los pasillos, era de madrugada, así que no había ni un alma, todos los chicos estaban en la despedida de León y las chicas en tu despedida – explica – en el camino a la salida me encontré con él, se veía desconcertado, como ido, tenía la mirada muy perdida. Le pregunte si estaba bien, él solo negó con la cabeza, pronuncio palabras que no entendía y entre ellas tu nombre, se veía muy mal – las lágrimas se acumulaban en sus ojos, sus palabras estaban llenas de tensión – después comenzó a llorar y me trajo a un abrazo y ahí fue donde comenzó a tocarme.

- ¿Por qué no me dijiste nada?

- Altagracia, esa noche fue un torbellino de pesadillas – llora – me sentía atrapada en una trampa sin salida – justifica – intente apartarlo, pero él... él se convirtió en un monstruo que no conocía. Me arrebató toda esperanza, toda dignidad, y su risa – cierra los ojos – su riza retumbaba en mi mente.

- Lamento tanto lo que te pasó.

- No procesaba lo que había pasado, no sé ni cómo regresé a la fiesta, ni como me presenté en tu boda, estaba viviendo en automático. Luego pasó todo esto de Emma y desde entonces esa noche está rondando por mi cabeza.

- ¿Por qué no lo dijiste antes?

- ¡No podía! – se exalta – Altagracia, me violó. El mismo hombre con el que compartías tu vida. Nunca pude entender como había llegado hasta ese punto. Después de que emitieran la orden de aprensión, supe que tenía que decírtelo.


Altagracia escuchaba en silencio, sintiendo el peso en las palabras de su amiga. Sabía que estaba desatando una tormenta de dolor.


- Temo por ti – continua – y por Isabela.

- ¿Isabela? – la ve asentir - ¿Qué tiene que ver en esto tu sobrina?

- Isabela no es mi sobrina, es mi hija – reveló con voz quebrada, mientras sus ojos se encontraban con los de Altagracia, buscando comprensión.

- León... - estaba aturdida, apenas articulando la palabra que pesaba como plomo en el aire. Regina asintió con tristeza.

- Caí en cuenta de todo cuando me enteré que estaba embarazada.

- Por eso te fuiste a Madrid – asiente entendiendo todo.


Las lágrimas resbalaron por las mejillas de la castaña mientras compartía este doloroso secreto, un vínculo siniestro entre ellas ahora se desentrañaba. En ese momento, el abismo de tragedia y traición se expandía, amenazando con engullirlas a ambas en la vorágine de un pasado que no podían cambiar.


- No pensaba quedármela – continúa – pero me enamoré de ella desde el primer instante que la sentí. Ella no tenía la culpa.

- ¿Por qué mentiste...?

- Por miedo – admite – Si león fue capaz de hacerme lo que me hizo, no tenía ni idea de lo que sería capaz si se enteraba que tenía una hija.


Altagracia siempre decía que cuando algo ya estaba hecho, no valía la pena de desgastarse emocionalmente pues el pasado era algo que no se podía cambiar, sin embargo, le estaba resultando difícil contener todas las emociones negativas que comenzaban a surgir desde su ser.

Quería gritar, quería reclamarle a Regina

Y es que si tan solo la castaña le hubiera dicho la verdad desde que sucedió, ella jamás se habría casado con León, nunca hubiera dejado a José Luis, no habría sufrido tanto como lo hizo mientras estuvo casada con él.


- Ya que no pudiste hacerlo en su momento – suspira – hazme el favor de ir con José Luis y levanta una demanda en contra de León, aunque ya hayan pasado muchos años aun es válida y más sabiendo que se trata de un asesino.

- Alta...

- Quiero estar sola, Regina – pide – No te culpo de nada, pero si estoy muy molesta porque esto se podría evitar, quizás no lo que te paso, pero todo el desastre que ha sido mi vida, pudo haberse evitado y creme que entiendo que no hayas podido hablar, pero me es – respira tratando de mantener la compostura – me es imposible no sentir rabia y decepción, así que te pido tiempo, no me busques, no me preguntes cómo estoy, evítame la pena de ser descortés contigo.


La mujer asintió con todo su pesar y se retiró de la oficina. En otras circunstancias la rubia hubiera explotado toda su rabia, pero no lo hizo, decidió que era mejor ir a recoger los análisis de sangre, era su único consuelo y lo único que le daría la calma que necesitaba.

Cuando tuvo el sobre en sus manos respiró profundo. Nunca había sentido más miedo, temía por su bebé, aun así, dentro de la tempestad, ese "positivo" era como un rayito de sol dentro de una tormenta.

Juró por él o ella que encontraría a León y loharía pagar por todo el daño que había hecho, si tenía que buscarlo por debajode las piedras, lo haría, no le importaba si tendría que ir hasta el fin delmundo, ella se encargaría de que nunca más volviera a ver la luz del sol.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora