Capítulo 24

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Después

Durante todo el rato que estuvieron abrazados no dijeron nada, solo se dedicaron a drenar todas sus emociones. Después fueron interrumpidos por una enfermera que venía a revisar el suero de Altagracia y suministrarle de nuevo medicamentos para bajar la inflamación de los golpes, fue hasta ese entonces que se separaron. El moreno se puso de pie permitiéndole a la enfermera que realizara su trabajo, una vez que volvieron a estar solos, llegó el momento de hablar.


- Alta...

- Lo siento – dice antes de que él continuara.

- ¿Qué?

- Tú me dijiste que no me ibas a perdonar si algo le pasaba a nuestro hijo – intenta no llorar – pues lo perdí.

- No... – niega – lo que dije fue producto de la frustración y el miedo, no te puedo culpar.

- Por mi culpa perdimos a Daniel – libera sus lágrimas.

- No, no, no – se acerca a ella – fue por culpa de León, no tuya – toma sus manos – mi amor, luchaste por salir de ahí – no podía dejar de mirar las marcas producto de las cadenas atadas a sus muñecas – no te culpo por lo que paso, por favor no te culpes tú.


Altagracia sollozaba de dolor, sentía como su corazón se apachurraba con cada palabra y cada caricia que le proporcionaba José Luis. También sentía que no lo merecía, creía que no era merecedora de un hombre tan noble, generoso y comprensivo, menos habiéndolo dañado tanto. Era algo que siempre se iba a reprochar y más al saberlo disponible para ella.


- Quizás después podamos formar la familia que siempre soñamos.

- No – dice soltando sus manos – no va haber un después. No quiero que estés atado a alguien que vive en tragedia, mereces ser feliz y no podrás hacerlo si estás conmigo.

- ¿Por qué dices eso...? – frunce el ceño – Altagracia, yo te amo a ti, te amo tanto que duele. No voy a permitir que te alejes de mí una vez más – afirma – la primera vez fui muy estúpido, esta vez no – niega – me es... – suspira – ni siquiera encuentro las palabras para describir mi amor por ti, solo sé que es inefable y un amor así no puede tirarse a la basura – pasa saliva para aminorar el nudo que se formó en su garganta – lo único que si te voy a pedir, es tiempo – vuelve a tomar su mano – cada uno tiene muchas cosas que sanar, ambos vamos a vivir nuestro duelo a nuestra manera, y tú también tienes que sanar el dolor que cargas desde la primera vez que nos separamos – libera sus lágrimas – yo si tuve el tiempo suficiente para sanar la decepción y el dolor que cargaba, ahora te toca a ti hacerlo.


Entendió sus palabras. En un corto periodo de tiempo pasó por tanto y no se había dado el tiempo de procesarlo todo, incluso antes de divorciarse ya estaba con José Luis, ni siquiera el duelo del fracaso de su matrimonio se permitió vivir y luego estaba bajo una constante angustia.

Aunque su mente seguía negada en seguir con José Luis, no dijo nada, solo asintió. Esperaba que tuviera razón al decir que ambos superarían su dolor, solo deseaba que no fuera demasiado tarde.

Los siguientes días que pasó internada, lo hizo en compañía de sus padres, claro que el moreno se mantuvo pendiente de ella, pero una vez fue dada de alta se separaron. Él había aceptado tomar un caso en el extranjero, así que cuando estuvo seguro de que Altagracia se encontraba bien, viajó hasta Madrid, España.

La distancia les permitiría sanar individualmente sus heridas y reconstruir sus vidas. Ella al mes de haber salido del hospital, regresó a la Suprema Corte de Justicia; siguió tomando casos importantes, pero esta vez se enfocó en la violencia de género, dejando los casos de políticos a mano de quien suplantó a José Luis en su ausencia.

El abogado penalista terminó quedándose más tiempo de lo planeado en el país europeo, había realizado una excelente participación en la resolución del caso, que el Tribunal Supremo español, solicitó de sus servicios para la resolución de unos casos que llevaban tiempo sin poder finalizar.

Cada uno comenzó a sanar sus heridas, asistieron a terapia y comenzaron a crecer tanto profesional como personalmente. A pesar de que no tenían contacto directo, ambos sabían de sus victorias profesionales por medio de las noticias y redes sociales, solo necesitaban realizar un clic para conocer cómo les estaba yendo.

Al final, pasaron alrededor de doce meses que estuvieron distanciados. Las cosas en México pintaban de maravilla, Isabela ya vivía con Regina, incluso había realizado su primera comunión y claro que Altagracia fue su madrina,; la castaña había comenzado a salir con un hombre que no tenía nada que ver con el derecho, era arquitecto y fue él mismo quien le presentó un amigo a la rubia, que bueno, imaginan bien, se enamoró de ella. No era como que la abogada penalista le diera alas, pero le bastaba con solo sonreír o mandarlo a la goma, para que él se ilusionara.

Por otro lado, en España, la situación de José Luis no era nada diferente a la de la ojiverde. Él también había conocido a una mujer durante su estadía en el tribunal, pero a diferencia de Altagracia, el abogado si se había relacionado íntimamente con ella. Digamos que solo se trató de una relación sexual, ambos lo tenían claro, pero las cosas no siempre pueden estar bajo control, y ella se enamoró de él.

Muy a pesar de la distancia, el inefable amor entre la pareja de abogados aun latía y transpiraba por cada poro de su piel. No había ni un milímetro de sus cuerpos que no se extrañaran, pero solo bastaba con mirar la luna y después cerrar los ojos para recordarse, para volver a sentir sus aromas, sus caricias, sus besos.

El día en que José Luis Navarrete regresaba a México, había llegado. Nadie lo sabía excepto Regina, mentí cuando dije que ambos sabían del otro a través de las redes, él llamaba todos los días a la castaña preguntando por su güera, claro que diario hacía la petición de que ella jamas se enterara.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora