Capítulo 7

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Tercera ley de Newton

Tu despedida duró apenas un minuto, pero en ese minuto te llevaste mi vida entera.

- MrsG_fdln

La tercera ley de Newton nos dice que, para llegar a alguna parte debemos dejar algo atrás.

Esto se aplica perfectamente a nuestras vidas, al hecho mismo de querer cambiar, de querer prosperar para tener una vida libre y llena de abundancia y, la única manera de lograrlo es abandonar aquello que nos autolimita, que nos tiene atados a la miseria, no solo económica, sino mental y espiritual.

Pero, ¿cuándo se trata de amor?

Es lo mismo, aunque un adiós duele más cuando tienes enfrente a la persona que juraste nunca abandonar, y más porque, aunque nunca dejes de quererle, dejarás de ir detrás de ella; si la dejas ir es porque ya no estarás dispuesto a seguir entre las migajas de su amor.


- ¿Dime? – contesta – Sí, voy para allá – cuelga – Era Rosy, me llamó para avisarme lo de Emma.

- Dieciocho horas, José Luis – voltea a verlo – dieciocho horas y ella ya está muerta.

- ¿Crees que esté conectado con el caso? – la sigue.

- Por supuesto que lo está – espeta con ironía – León quiere llegar a la presidencia, no le convenía que Emma estuviera por ahí recordándole a todo el mundo que el "próximo presidente de la republica" – hace la seña con sus dedos – no es el hombre intachable que todos creen, sino un infiel y posible violador.

- ¿Desconfías de él?

- A estas alturas, no confió ni en mi propia sombra – saca su celular – Matamoros ¿dónde estás?

- Donde mismo, Doña.

- Bien, voy para allá – cuelga.

- Te acompaño – camina junto a ella.


La semilla de la desconfianza germinó en el corazón de Altagracia enraizándose como la mezcla de la incertidumbre. Todo el trayecto a la corte se la pasó recordando cada gesto de León que conocía a la perfección, gestos que demostraban su desagrado e impotencia; sus respuestas ahora resonaban con un eco de dudas. Como una sombra persistente, la desconfianza caminaba en un laberinto de preguntas sin respuesta. Quería creer que León no tenía nada que ver, pero la sospecha era más grande.


- ¿Qué fue lo que pasó? – cuelga su bolsa.

- Al parecer se trató de un suicidio.

- ¿Suicidio?

- Sí – asiente – su madre fue quien la encontró.

- ¿José Luis ya llegó? – entra la ministra.

- Aquí estoy – llega enseguida.

- Como ya están enterados, Emma Sáenz fue encontrada muerta – se sienta – a simple vista se trata de un suicidio. No hay carta suicida, no hay absolutamente nada más que su cuerpo. Los médicos forenses se encuentran realizando la autopsia – informa.

- Pero si nos reúne a nosotros es porque no cree que se trate de un suicidio.

- ¿Ustedes lo creen? – dice obvia – lo único que necesito para que se abra una carpeta de investigación es que esté constatado en un papel que se trata de un homicidio y quiero saber si ustedes están dispuestos a trabajar en conjunto para resolver el crimen.


No titubearon ni un segundo respondiendo que sí al unísono. Si existían dos personas capacitadas para resolver un caso así, eran Altagracia y José Luis; así que de inmediato armaron su equipo de perfiladores criminales, es decir, un agente especial, un perito psicólogo y un técnico informático.

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