Capitulo 37

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Doble festejo

- Luis – lo mueve

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- Luis – lo mueve.

- ¿Mmm?

- Creo que algo anda mal.

- ¿Qué pasa? – se endereza - ¿te sientes mal?

- Siento las sábanas húmedas – suspira estática.

- Tranquila – se levanta encendiendo la luz – déjame ver.

- No – niega – tengo miedo – sus ojos comenzaron a liberar lágrimas, no tenía dolor, sin embargo, la misma sensación de humedad la tuvo cuando perdió a su primer bebé; estaba muerta de angustia.

- Mi amor – se sienta en la orillita de la cama – tenemos que ver para saber que hacer – toma su mano - ¿me dejas? – ella asiente.


Tal como lo imaginaba, las sabanas estaban manchadas de sangre al igual que su entrepierna, una vez más. Inmediatamente José Luis fue a colocarse una camisa, echo las cosas indispensables en una de las bolsas de Altagracia y después la tomó en brazos para salir del departamento.

Esa noche le tocaba a Genaro hacer guardia, así que en cuanto lo vio salir del elevador encendió la camioneta y manejo lo más rápido posible; durante el camino José Luis llamo a Ximena y Carla para avisarles lo que estaba sucediendo. Altagracia todo el camino se la pasó llorando en silencio, no tenía expresión alguna en su rostro, pero las lágrimas corrían por sus mejillas; era más que obvio que estaba asustada y posiblemente pensaba lo peor.

Al ser de madrugada no había tráfico, así que llegaron en menos de veinte minutos. Carla ya se encontraba en urgencia esperándolos, en lo que llegaba Ximena ella la iría atendiendo. Una vez llegaron a la sala de emergencias, José Luis ya no pudo entrar con Altagracia, así que le tocó esperar a fuera.


- Magda – se sienta – lamento mucho despertarte, pero necesito que me hagas un favor.

- Dígame que se le ofrece.

- Ve a la habitación de Altagracia y prepara una maleta con dos cambios para ella; que sean cómodos, de preferencia que sean batas de pijama y echa también su saco largo.

- ¿El negro?

- Sí ese – suspira – Matamoros irá por la maleta.

- ¿En qué momento se fueron? – entra – dios santo... - ve la cama.

- Si puedes quitar las sábanas, para que no traspase al colchón – se talla la cara.

- Ay señor... - se lamenta.

- Magdalena, tú que eres muy creyente – pasa saliva tratando de no llorar – pide por mis hijos y por Alta.

- Claro que lo haré, usted manténgase tranquilo.

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