Capítulo 22

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Los placeres violentos, tienen finales violentos

Para Navarrete fue un golpe bastante fuerte, se sentía culpable por haber permitido que Altagracia continuara con sus planes, ahora ella y su hijo se encontraban en peligro, pero lo único que podía hacer ahora era encontrarla

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Para Navarrete fue un golpe bastante fuerte, se sentía culpable por haber permitido que Altagracia continuara con sus planes, ahora ella y su hijo se encontraban en peligro, pero lo único que podía hacer ahora era encontrarla. Para su mala suerte, al parecer, donde se encontraba escondido León tenía la señal bloqueada, pues el rastreador no daba una ubicación exacta.

Altagracia despertó sintiendo frio en todo su cuerpo, tenía una herida en la boca, lo supo porque el sabor a metal le amargaba la boca. Le costó trabajo enfocar la vista, se sentía mareada, con náuseas y sin el equilibrio para ponerse de pie.

Ahí tirada en el suelo, se dio cuenta que estaba en una piscina, sin agua y bastante sucia. Volteó la mirada hacia arriba tratando de inspeccionar el lugar y fue ahí donde cayó en cuenta de donde estaba. Se hallaba en la que una vez fue su casa, antes de que León tomara la gubernatura, cerró los ojos en forma de rendición pues la propiedad estaba a las afueras de la cuidad y recordó que la señal era muy mala, él se había encargado de que así fuera antes de deshabitarla.

Intento de nuevo ponerse de pie, pero las cadenas sujetas a sus muñecas no la dejaron, haciendo que cayera al suelo de nuevo.


- León – gritó.

- Dime – dice desde arriba.

- ¿Por qué me tienes así? ¡Suéltame! – lo ve bajar al interior de la piscina.

- Porque te conozco – sonríe de medio lado – ten, bebé agua – acerca la botella a los labios, pero ella voltea la cara – Vamos... no querrás morirte de sed. Es agua potable, no tiene nada – insiste – no pretendo hacer que pierdas a ese mocoso, no estoy para lidiar con un aborto.


Altagracia palideció en ese momento, León sabía lo del embarazo; en ese instante temió por su hijo, pero se prohibió así misma rendirse, con más razón lucharía para salir de ahí. Él notó la duda y miedo en su mirada, si antes dudó de que estaba embarazada, ella misma se delató.


- Vaya – asiente – tenía la esperanza de que solo fuera una inflamación, pero ya veo que no, tu vientre si es de embarazo. Aunque, ¿sabes? No estaría nada mal que lo perdieras, sería matar dos pájaros de un tiro, porque perderías a ese bebé y de paso tú te desangras.

- Estas enfermo – murmura.

- No, Altagracia, no estoy enfermo – niega – estoy jodido. Te dije que el precio de tu libertad podía ser bastante alto, pero aun así decidiste divorciarte y no solo eso, sino meterme preso – sonríe sarcástico.

- ¿Y qué querías? Yo no soy como tú – espeta.

- Yo pensaba que ese sueño de ser heroína, ayudar a los ciudadanos y hacer de México un país más justo – ironiza – sólo se trataba de un sueño guajiro – niega – Tantos años en el poder judicial y aun no te das cuenta que México es un país donde gobierna la corrupción. A nadie le interesa el bienestar del pueblo, entiéndelo.

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