KRESTEN
Georgina aprendía rápido. En tan solo una semana ya los había superado a los chicos nuevos en casi todo. A diferencia de Alex, que se hacía un lío con los billetes de cinco y que me provocaba ansiedad verlo cerca del dinero, Georgina controlaba la caja perfectamente. Tenía una actitud amable y seria con los clientes, se ocupaba de tener el espacio de trabajo limpio, adelantaba cosas cuando no había clientes y siempre estaba ocupada. Podría decir que había encontrado a la empleada perfecta, salvo que, a veces, forzaba tanto las sonrisas que parecía estar a punto de mandar a alguien a la mierda.
A Sergio no le molestó que la contratara, de hecho, le pareció buena idea porque, tal y como yo le había avisado antes de abrir, estaba yendo justo de personal. Las libreras iban bien, pero el trabajo de la cafetería era demasiado.
Cuando llegué a las diez de la mañana, Georgina servía a una pareja de británicos jubilados, que le explicaban, con mucho entusiasmo, la ruta que estaban siguiendo por la costa española. El nivel de inglés de la chica era básico, gracioso y adorable. El hombre había sacado un mapa, y la muchacha, sonreía y asentía con cordialidad, mientras la esposa de él le insistía en que no era necesario que explicara todo el viaje. "Oh, darling please", mascullaba la esposa, avergonzada a la vez que risueña. Pero el hombre siguió hablando, porque Alex, se unió a la conversación para hablar de calas. A ese muchacho le gustaba mucho charlar.
Georgie me saludó ligeramente con la mano en cuanto me vio entrar. Nunca me acostumbraría a verla con los cabellos recogidos; ese día se había hecho una trenza, pero la tarde anterior llevaba una coleta alta. Tenía una cara preciosa. Y jodidamente tentadora. Le devolví el saludo y me dirigí a la librería, donde Paulette y Míriam organizaban las novedades recién llegadas y retiraban algunos libros para el almacén.
—¡Buenos días! —las saludé.
Paulette me contestó con entusiasmo. Miriam se limitó mirarme con desdén y volvió a lo suyo.
Me enervaba. Había estado hablando con Sergio sobre ella, porque no entendía por qué estaba en la tienda. Era una niña rica como él, que se lavaba el pelo con un champú caro y no había limado en su vida. Mi amigo me contó que ella se había revelado con sus padres y que ahora compartía piso en el centro con cinco personas y que estaba ganándose la vida por sí misma. Quería demostrarle a sus padres que no los necesitaba.
Que hiciera lo que le diera la gana, pero que no me tocara las narices. Si su actitud afectaba a mi autoridad en el negocio, íbamos a tener problemas.
Tuve trabajo en el despacho hasta bien entrado el medio día. Esa misma semana comenzábamos con los eventos literarios, y el primero sería la presentación de una autora bestseller de romance. Quería empezar con algo que me llenara el edificio y eso, prometía.
Revisé la librería después de comer y me entretuve con algunos clientes que pedían recomendaciones literarias. Descubrí que me gustaba y vendí un par de ejemplares de misterio a un hombre que buscaba lecturas para llevarse a la playa.
Encontré a Georgina sentada en un lado de la cafetería cuando fui a ver que tal les iba. Era su tiempo de descanso y en lugar de salir, estaba enfrascada en unas anotaciones mientras miraba gráficos en la pantalla de su teléfono.
—¿Qué haces? —le pregunté, con cierta curiosidad.
Ella levantó la mirada.
—Estudio resistencias y soportes de algunos títulos que me parecen interesantes.
—¿Y eso es?
Se rio.
—Mercado de valores —me aclaró, mostrándome los gráficos—. Tienen que ver con la subida y bajada de títulos.
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Club de lectura para días soleados [The bookclub 2]
RomanceLa vida de Georgina va a toda velocidad, y acaba chocando contra Kresten de las formas más absurdas posibles. Él no entiende qué le sucede a esa chica que no deja de joderle la vida, pero tiene algo claro: no está dispuesto a soportarla. ☀☀☀ ✨Prec...