GEORGINA
La voz de papá sonaba alegre. Había salido a pasear por la playa con mi tía, y se sentía ligero y lleno de paz.
La última vez que había ido a la playa fue antes de que mamá se fuera.
No fui capaz de preocuparle con mis instigaciones.
—¿Qué sucede con Arnau? —me preguntó.
—Nada es... nada.
Lo oí sonreír al otro lado de la línea.
—Estás preocupada por él —dijo—. Está bien. Ayer lo acompañé a comprarse un traje para la boda de tu madre.
Eso me sorprendió. Sabía que habló con mamá, pero no sabía que habían hecho las paces hasta ese punto.
—Vaya, no sabía que iba a ir.
Papá se río y, durante un instante, creí que estaba soñando. Mis nervios se desvanecieron y se sustituyeron por una alegría que me sacudió de pies a cabeza.
«Creí que nunca volvería a escuchar su sonrisa».
—Sí, sí —prosiguió—. Lo decidió ayer de un momento a otro. ¡Una decisión de última hora! — Y tanto que era de última hora. Mamá se casaba en dos semanas. Casi lo había olvidado—. ¿Y tú? ¿Ya tienes vestido?
No. Mi vida estaba cambiando tanto que había olvidado por completo que necesitaba un vestido. Sonreí ligeramente al comprender que debería darme un paseo por el armario de Claudia y que ella, seguramente, hablaría de lo mucho que la necesitaba en mi vida. Anna me ayudaría con el tocado, porque siempre se le había dado genial.
—No pero... —hubiese seguido hablando, si Míriam no hubiese entrado al despacho cargada de violencia. Su expresión altanera y que parecía tener controlada, estaba descompuesta.
—¡¿Dónde cree que se ha ido ese cabrón?! —vociferó, sobresaltándome.
—Papá, hablamos luego. Tengo lío en el trabajo —colgué la llamada, mientras ella seguía farfullando.
—¡No puede echarme así sin más! —gritó ella, histérica— ¡¿Pero qué se ha pensado?! ¡Voy a joderle la vida!
Alcé las manos, en símbolo de paz, mientras me acercaba a ella.
—¿Qué ha pasado? —le pregunté.
Ella, indignada, se cruzó de brazos y me desafió con la mirada.
—No te hagas la tonta. Sabes perfectamente lo que ha pasado.
Me hubiese encantado saber de qué se me acusaba con tanto ímpetu, pero no tenía ni idea.
—Si te soy sincera, no lo sé.
—¡Venga ya! —exclamó, echándose hacia atrás—. ¿Dónde está Kresten?
—No está —me encogí de hombros—. Se ha ido hace unos minutos.
Ella ladeó la cabeza y dio otro paso hacia atrás, mientras gesticulaba con las manos en el aire.
—Ah, así que me despide, ¡y se larga!
¿Qué la había despedido? Era cuestión de tiempo que lo hiciese, ¿no? Al fin y al cabo, ella parecía estar deseando salir corriendo de The Bookclub café.
—Vaya... lo siento —No soné tan sorprendida como pretendía.
Míriam resopló y, como una bala, se acercó al escritorio de Kres, donde se dispuso a rebuscar entre los papeles. El impulso de proteger lo que fuera que él tenía allí se apoderó de mí.
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Club de lectura para días soleados [The bookclub 2]
RomantikLa vida de Georgina va a toda velocidad, y acaba chocando contra Kresten de las formas más absurdas posibles. Él no entiende qué le sucede a esa chica que no deja de joderle la vida, pero tiene algo claro: no está dispuesto a soportarla. ☀☀☀ ✨Prec...