KRESTEN
De: Georgina González
Para: Kresten Kaas
Asunto: RE: Justicia
Me alegro de que su familia le haya ayudado. Buenas noches.
Así que con esas estábamos. Ni una pizca de arrepentimiento.
No le había contestado por la noche, pero ahí, con mi té recién hecho, mi desayuno completo y mi mente despejada, estaba preparando una contestación. Tal vez, ella me ignoraría, pero el martes, cuando volviera a su ordenador de oficina o a revisar su móvil del banco, encontraría mi correo. Y después, me encontraría a mí allí.
Iba a desbloquear mi cuenta sí o sí.
—He hecho una investigación —leí en voz alta el correo—, y sí, me podéis bloquear la cuenta, pero.... No, I can't say that. No voy a admitir que tiene razón. Over my dead body! —dije para mí mismo. Borré el correo y volví a empezar—. ¡Qué falta de humanidad y respeto, no poder esperar tres días para...! —Me tocaron al timbre—. Who the fuck...?
Me acerqué al interfono, donde se veía a Sergio, mi amigo y socio, en la pantalla. Iba vestido con su habitual camisa medio abierta y sus pantalones de niño rico. Se había apoyado en la pared de la fachada y, por su expresión, deduje que no llegaba temprano por madrugador, sino porque ni siquiera se había molestado en pasarse por su casa después de la fiesta a la que se fue la noche anterior.
—¿Sergio?
—Eh, tío, ¿bajas? —se alzó las gafas de sol, mostrando sus ojos verdes. Ni siquiera el bronceado playero de su piel podía esconder las ojeras.
—¿Pero qué haces tú en mi casa?
—Estoy en la mierda, Kres —confesó—. Pero me he comido unos churros, buah. Increíble.
Las fiestas de Sergio siempre eran un desenfreno y terminaban con él pasándose más de veinticuatro horas despierto. Empezaba en la cena, luego el pub, después la discoteca, seguido del after y a las siete de la mañana, el desayuno de churros. Y si no terminaba en la cama de alguien, se presentaba en mi casa hecho una mierda.
A veces se tiraba en el sofá y se quedaba ahí hasta las cinco de la tarde, otras, seguía su día disimulando que estaba bien, aunque se cayera de sueño. Eso por no contar que mi amigo no tenía término medio. O llegaba tan temprano que se presentaba directamente en mi casa, o llegaba media hora tarde.
—La próxima vez intenta ser puntual o dormir un poco si tenemos trabajo, por favor—le dije—. Cinco minutos. Ya voy.
—¡¿Pero vas a dejarme en la calle?! ¡Ábreme el portal al menos!
Ni que fuera a morirse.
Me terminé el desayuno a toda prisa y apagué el ordenador. Ya enviaría ese correo en otro momento. Me encontré con Sergio en la calle, que estaba apoyado sobre su moto en la acera. Conduje yo hasta el local, no me fiaba un pelo de tenerlo a él al volante. Nos encontramos por el jefe de obra frente a la Catedral, quien nos guio por el edificio. Era una construcción del siglo quince, que había sido hospital, cuartel de la guardia civil, museo, y ahora era nuestro: The bookclub café. Íbamos a abrir la librería-cafetería más grande de Barcelona. Tendría cuatro plantas de libros, una cafetería en la planta principal y dos terrazas (una de ellas superior, y cubierta, rodeada por grandes ventanales de arcos de medio punto, la otra, inferior y a pie de calle, rodeada de árboles). El proyecto era mío, y Sergio era el dueño, porque todo creador necesita un mecenas. Revisamos el estado de las obras, y después, nos sentamos en la terraza de un bar cercano a discutir sobre la distribución de las mesas en la zona de la librería.
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Club de lectura para días soleados [The bookclub 2]
Storie d'amoreLa vida de Georgina va a toda velocidad, y acaba chocando contra Kresten de las formas más absurdas posibles. Él no entiende qué le sucede a esa chica que no deja de joderle la vida, pero tiene algo claro: no está dispuesto a soportarla. ☀☀☀ ✨Prec...