Capítulo 20

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“Intentando frustrar esperanzas ajenas, terminó avivando las llamas antiguas de quién menos se esperaba.”

Elizabeth



Al día siguiente no pude irme con Byron ya que tuvo que levantarse temprano para los entrenamientos con el equipo, así que me permití llegar con apenas cinco minutos de antelación a la primera clase.

No vi a Byron ni el segundo ni tercer turno.

—Elizabeth. —escuché a mis espaldas mientras un golpe sordo en el casillero hizo que diera un pequeño salto por el susto. Al mirar por encima del hombro, vi que era la aberración.

Traté de ignorarlo abiertamente mientras trataba de pasar por debajo de su brazo, pero lo bajó hasta la altura de mi cintura mientras la mano libre se apretaba en mi cadera.

—¿Qué? —solté de mala gana. Erickson expulsó aire por la nariz mientras cerraba los ojos antes de levantar la cabeza y mirar por encima de mi cabeza a un punto no específico. Por alguna estúpida razón, evitaba a toda costa que Erickson viera las pequeñas suturas que Kristhian me hizo en el lado del rostro a la altura de los ojos donde recibí el golpe ayer —que al parecer fue algo profundo—.

Por suerte, Byron no lo ha notado todavía y Kris no hizo muchas preguntas cuando le dije que me caí.

—Al que vea mirando y cotilleando en mi dirección porque no tiene nada que hacer con su estúpida y miserable vida, le voy a dar un motivo para vivir. —vociferó con crudeza lo suficientemente alto para que todos los que estaban cotilleando salieran corriendo hacia su salón de clases o a otro lugar bien lejos.

Cuando todo estuvo desierto a nuestro alrededor, volvió a hablar.

—¿Podemos hablar? —comentó mientras me miraba a los ojos.

—Estamos hablando. —apreté los libros contra mi pecho mientras enarcaba una ceja y levantaba la barbilla.

Erickson ni se inmutó ante mi respuesta, solo se soltó la pequeña gomita que mantenía en un pequeño moño su cabello antes de pasarse una mano por el mismo. Poseía los mismos rizos característicos de su hermano, con la diferencia de que a él le daban por la nuca y eran color miel, además de ser más encrespados.

Tampoco es que me importara mucho.

—¿De verdad es lo que vas a decir? —enarcó una ceja antes de mostrar una escasa sonrisa en sus labios.

—¿Qué quieres que diga? —decidí mirar su pecho en vez de mirarlo a los ojos. Escuché un largo suspiro antes de sentir una mano —que al lado de la mía era gigante— que sujetó mi barbilla e hizo que volteara el rostro levantado. De soslayo vi a Erickson con el entrecejo fruncido mientras se fijaba a detalle en la sutura blanca.

Mierda.

Un cosquilleo me recorrió toda la espina dorsal mientras intentaba soltarme del agarre, pero Erickson afirmó su agarre en mi barbilla para evitar que me moviera mientras la otra mano pasaba a sujetarme de la cintura mientras me pegaba aún más en los casilleros. Su entrecejo se acentuó mientras sus labios formaban una fina línea.

—¿Qué te pasó en el rostro? —murmuró mientras se acercaba lo suficiente para que llegáramos a respirar el mismo aire y las telas se rozaran. Apreté los labios negándome a responder—. Te hice una maldita pregunta, Karla. —en cuanto escuché ese nombre salir de sus labios, fue imposible que no reaccionara y lo mirara de soslayo.

—No me digas así. —Erickson dibujó una pequeña sonrisita sarcástica mientras acercaba sus labios a mi oído.

—¿Prefieres que te diga Princesita? —había un deje de burla en su voz, aunque eso no impidió que sonriera de manera involuntaria, pero borré la sonrisa de inmediato cuando Erickson volvió a mirarme—. Responde la pregunta, Elizabeth.

Rompecorazones 1: BROKENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora