Capítulo 08

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“Rapunzel, Rapunzel, sino saltas tú, nadie más te instará a hacerlo.”

Elizabeth

Pasó una semana.

Una semana encerrada como Rapunzel, con la diferencia de que con Kristhian como madrastra se convertía en un grano en donde el sol no llega ya que con tantos meses que se convirtieron después en años de vacaciones acumuladas en su trabajo, pidió dos semanas de vacaciones para mantenerme vigilada las veinticuatro horas del día. El ambiente que nos rodeaba siempre era tenso, y mi hermana parecía notarlo porque su rutina se resumía a llegar de las clases de gimnasia y encerrarse en su habitación todo el día. Además de que tenía que hacer maravillas para poder vomitar las pastillas que, o bien las incluía en la comida, o me obligaba tragarlas.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —pregunté después de terminar de comer. El ambiente que se cernía sobre nosotros era tan denso que costaba respirar.

Tenía que hacer algo para volver a ganarme su confianza.

Kristhian se tomó su tiempo para terminar de tragar y tomar jugo de su vaso antes de contestar.

—Dime.

—¿Sería posible que me permitieras apuntarme en algún deporte? —decidí ir directo al grano en vez de irme por las ramas porque eso no era bueno si querías su atención.

La risa que se escuchó después de lo que pregunté dejó en claro que sería difícil convencerlo. Estaba cargada de sarcasmo, con esa nota ronca y grave que siempre caracterizó a mi hermano.

—Tú sabes que la respuesta es no. —respondió mientras se recostaba del espaldar de la silla y cruzaba los brazos con una sonrisa divertida en el rostro.

—¿Por qué? —me atreví a preguntar, con el entrecejo fruncido y tratando de mantener la calma.

—¿Y por qué debería dejarte hacerlo? —contraatacó él mientras enarcaba una ceja.

—Bueno…, pensé que me dejarías porque después de todo, tú sabes que siempre he sido buena para los deportes, y me gustaría dedicarme a uno esta vez. —respondí mientras entrelazaba los dedos con los codos apoyados en la mesa mientras lo miraba fijamente.

Kristhian acentuó más la ceja mientras daba un pequeño asentimiento de cabeza para instarme a seguir.

—Mira, —continué mientras me reacomodaba en la silla—. si no confías en mí entonces hagamos esto: tú puedes llevarme a las prácticas y quedarte vigilándome, y después me traes para la casa. Es un ganar-ganar.

Kristhian hizo un asentimiento con la cabeza antes de poner la cabeza sobre su puño y mirarme con esos ojos azul marino que te recordaban al mar y te invitaban a perderte en la profundidad de su mirada. Le sostuve la mirada para no perder credibilidad porque de verdad que necesitaba realizar algún deporte porque, estaba perdiendo mi forma y me urgía descargar el enojo en otro lado que no fuera conmigo misma cada vez que tenía oportunidad.

—Muy bien, digamos que te creo, ¿Qué deporte quieres practicar ahora?

—MMA. —una sonrisa se extendió por mi rostro de forma inevitable.

—Olvídalo. —dijo levantándose de la mesa, pero logré agarrarle la muñeca y hacer que se sentara de nuevo.

—¿Por qué?

—Porque no me da la gana. —soltó con brusquedad y con el entrecejo fruncido.

—Kris, vamos no seas así. Kamilo practicó kickboxing que es parecido a lo que te estoy pidiendo, y tú practicaste boxeo cuando tenías mi edad e incluso llegaste a participar en competencias a nivel nacional, y dijiste que lo dejaste, pero estoy segura de que todavía lo practicas. —respondí con firmeza mientras mantenía el agarre en su muñeca.

—No es lo mismo.

—¿Por qué? ¿Por qué soy mujer? —cuestioné mientras me cruzaba de brazos y lo miraba con una ceja enarcada.

—Sabes que no es por eso. —contestó con tranquilidad—. ¿Por qué debería dejarte hacerlo de todas formas? —preguntó con el ceño ligeramente fruncido.

—Solo dame una oportunidad, si quieres puedes llevarme al gimnasio de ese amigo tuyo… ¿Cómo era que se llamaba? —hice un pequeño gesto para invitarle a que dijera la respuesta.

—Alex. —dijo frunciendo el ceño en señal de frustración, lo que significaba una cosa: iba a dejarme hacerlo.

—Por favor Kris, déjame intentarlo. —supliqué mientras juntaba las manos en señal de súplica.

—Está bien, hablaré con él. De todas formas, dentro de una semana volverás a la escuela y podría ser bueno para ti volver a practicar deportes. —cedió mientras se ponía de pie.

—Gracias, gracias, gracias. —dije dándole un fuerte abrazo. En mi momento de alegría, no vi la caja que Kristhian mantenía detrás de su espalda. Él se separó para hablar.

Carraspeó antes de hablar.

—Aquí tienes, llegaron hoy. —susurró antes de entregármela.

Fruncí el ceño mientras la recibía.
No sabía que era, pero cuando la abrí fue imposible que no le saltara encima y lo empezara a adular y darle muchos besos y abrazos.

Eran mis audífonos totalmente arreglados.

Rompecorazones 1: BROKENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora