Prólogo

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Siempre fui demasiado confiada.

De hecho, tenía tanta confianza, que ésta contrastaba irónicamente con una inseguridad igual de avasalladora.

Siempre confié en que saldría ganando de cualquier situación si así me lo proponía.

Desde los quince años vivo con una laguna mental tan grande que terminé olvidando hasta a mis padres. Siempre lo asocié con un accidente que tuve a esa edad, pero eso no quita lo agobiante que es que te hablen de cosas que hiciste y quedarse en blanco sin saber qué responder porque no te acuerdas.

Pero había aprendido a vivir así, como si estuviera flotando en una realidad a la que no pertenecía, asintiendo con la cabeza si me hablaban de mi infancia, y dejándome llevar a veces por recuerdos tan confusos como mi propia existencia en este mundo.

Y ese fue mi error.

Pensar que así viviría por el resto de mi vida, ése fue mi error.

Y me lo confirmó una persona a la que había olvidado y que llegó como un tsunami a mi vida a los 18 años.

Ese día, descubrí facetas que pensaba eran imposibles en mi persona.

A partir de ese día, descubrí lo que era estar roto y ese chico me lo confirmó de diferentes maneras.

Rompecorazones 1: BROKENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora