Capítulo 25

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ELENA


El criminal en potencia es un chico que ha salido a correr por la montaña. Un loco, pero no peligroso. Creo. Porque se trata de Andoni. Él es quien se acaba de detener a mi lado, con auriculares tan potentes que puedo escuchar la canción de Imagine Dragons que reproducen.

—¿Tú...? —lo saludo.

Sin quitar la música, se guarda los cascos en el chándal.

Hey, Elena. —Se fija en mi postura—: ¿Te pillo meando?

Sigo en cuclillas, así que me incorporo y me deshago de la piedra.

—Estaba dando un paseo, para inspirarme.

—Ah. Yo he salido a correr.

—Perfecto.

—Sí.

—Ya.

De golpe se crea un instante tan tenso que casi preferiría que fuese un criminal. No se me ocurre cómo entablar conversación. No tenemos nada en común.

—¿Vamos? —indica que marchemos hacia el palacio.

—Claro.

Al menos ya no iré sola.

Continuamos y, por más que andemos, no dejamos la incomodidad atrás. Recorremos varios metros callados y justo cuando abro la boca, él también lo hace. Nos atropellamos, hasta que me cede la palabra:

—Dale, dale.

—¿Hoy no teníais entrenamiento? —Suele quedar con Izan y Rosa.

—Les he dado la tarde libre. Prefería salir por mi cuenta.

Asiento, regresa el mutismo por ambas partes y recurro al comodín:

—¿Qué era lo que me ibas a decir?

—A ver cómo vas con el libro.

Normalmente no me gusta comentarlo pero viendo el pésimo feeling que tenemos, no es tan mala opción:

—Poco a poco.

—Tiene que ser jodido —empatiza—. Si leerlos ya da pereza...

—Es difícil, sí.

—Para mí sería imposible, pero tenemos muchos conocidos dedicándose al mundo editorial. Y les va genial.

Los Ibarra tienen contactos en todas partes. Ya me lo dijo Mikel:

—Sí, lo sé.

—Pues si algún día quieres que te echen un cable, dínoslo.

No es ningún disparate, me vendría bien una crítica profesional. Además, aunque la inseguridad perdura, las ganas de recibir opiniones están aflorando. Por lo que en el futuro lo tendré en cuenta.

—Todo un detalle. Gracias.

—Guay.

Tras el breve diálogo, suspiramos. Regresa la incomodidad y Andoni opta por entretenerse liándose un porro. Lo que faltaba.

—¿Tienes que hacerlo ahora?

—Tranquila. —Ofrece—: Un Ibarra siempre comparte.

Le prende fuego y me lo tiende bajo el lema:

—Qué rule.

—No, no quiero. —Se lo aparto—. De hecho, me da bastante asco.

—Pero si eres artista.

El último amanecer de agosto (en librerías y Wattpad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora