El último amanecer de agosto (en librerías y Wattpad)

Capítulo 53

Dos años y meses atrás

Usansolo, 17 de enero de 2020

En lo que se fuma un cigarrillo, una señora observa cómo los obreros escarban en una pequeña parte de su nuevo terreno. A su lado, tiene al nieto. Ambos aprecian el recinto de tierra revuelta en el que irá una cabaña. No lucirá ostentosa. Ni tendrá más de un nivel. De hecho, el principal mensaje transmitido al arquitecto es que debe pasar desapercibida. El auténtico lujo se instalará en el interior, oculto, y solo unos pocos podrán disfrutarlo.

—¿A ti te gustaría vivir en ella? —cuestiona el joven.

Lo hace en euskara, la lengua que desde pequeño ha empleado con la señora que lo acompaña. Una anciana que está tan centrada en la obra, que responde sin siquiera volverse hacia él:

—Verás, se puede enjaular a un avestruz. No saben lo que es volar y les encanta enterrar la cabeza. Pero no a una gaviota.

Risueña, le da otra calada al cigarrillo y exhala el humo lentamente.

—Nosotros nacimos gaviotas, Mikel. Por ello somos de costa.

A él no le hace gracia.

—Hablo en serio, abuela —le corta.

—Lo sé, hijo. Lo sé.

—Podríamos ir a la cárcel —sigue—. Los muertos no pasan desapercibidos.

—En nuestras manos sí. El único problema es la nieta de Gabriel.

—Elena.

—Sí, ella es quien puede meternos entre rejas.

Apura el cigarrillo y lo tira al suelo, para aplastarlo con el tacón.

—Elena decidirá nuestro destino y por más que nos pese, así debe ser. Porque podemos ser monstruos, pero con corazón.

—¿Eso tiene sentido?

—Ay, querido. El amor nunca lo tiene. Pero los corazones se guían por él.

Lo mira y le obliga a pronunciar:

—¿Y nosotros que tenemos...?

—Corazón —musita él.

—Exacto.

Se queda satisfecha, entrelaza su brazo con el del joven y juntos aprecian el principio de la construcción. De momento, tan solo es un agujero. Pero uno muy profundo. Porque son demasiados los secretos a enterrar en el lugar.