IZAN
Tras pasar la tarde en la piscina, hemos subido a cambiarnos, pero apenas he tenido tiempo de vestirme después de la ducha por culpa del tremendo grito que ha pegado Rosa. Salgo descalzo al pasillo, por donde corro sin dejar de repetir:
—Joder, joder, joder...
Quiero pensar que es parte de alguno de los escandalosos shows que monta para el podcast, pero la verdad es que ha sonado demasiado real.
Está en peligro.
Acelero, llego a las escaleras y, cuando me dispongo a seguir recto, me estampo contra un cuerpo —muy duro—, que me corta el paso al subir por las escaleras. Reboto contra él como si de una pared se tratara, caigo de culo y, por si fuese poca humillación, el musculitos me reprocha:
—¿Es que no me has visto?
—Tengo los pies mojados, no he podido frenar.
Andoni me ayuda a incorporarme y me pregunta algo aún más evidente:
—¿Tú también lo has oído?
—Sí, es Rosa.
Juntos llegamos a su puerta, la cual está cerrada y con el pestillo echado. Invoco mis dotes de ninja e intento abrirla de una patada, pero solo consigo retorcerme el tobillo. Me echo a un lado y dejo que Andoni la reviente de un placaje. Bastante he estorbado ya.
Gracias a él y a su torso que funciona como bola de demolición, conseguimos adentrarnos. Yo lo sigo cojeando hasta que nos topamos con Rosa.
—¡Tíos! —Esta se queja—: ¡Me habéis jodido la puerta!
Ambos nos hemos parado a observarla. Está sentada en uno de los sillones y tiene un gato entre manos, cual mafiosa de película.
—Así que esa es la amenaza —se muestra irónico Andoni.
—Ha entrado por la ventana —explica ella—, menudo susto me ha dado.
Entretanto, Elena no tarda en unirse al grupo, viene de la planta baja.
—¿Tú no estabas escribiendo en el cuarto? —me extraña.
—He salido a pasear —contesta, atendiendo de reojo a Andoni.
Me he debido perder algo, de lo que no me voy a enterar porque, ahora, el foco está en Rosa. Esta sostiene el gatito en alto, recreando la famosa escena de Rafiki con el príncipe Simba. Aunque su intención no es presentarlo sino...
—Es hembra —comprueba el sexo—. No tiene bolas.
Elena hace un mohín y pasa a lo relevante:
—¿Y tiene collar?
—Tampoco. Será salvaje. Como yo.
Mientras Rosa se coloca la gata en la pechera y acaricia su pelaje rojizo, algo más claro que su cabello, Andoni se aproxima para examinar al felino:
—Es Rachel, la gata que se cuela en el garaje —identifica—. Álex la apodó así en honor a una antigua compañera.
—Oh, ¿falleció? —deduce Rosa.
—No. Se fue porque le tocó la lotería.
—Entonces es una gata de la suerte. —El funcionamiento del cerebro de Rosa es para estudiar—. Nos la quedamos.
—No podemos —se opone Elena.
—¿Por qué no? Que haya trepado hasta mi dormitorio es una señal, y... ¡Se llama Rachel! ¡Somos Ross y Rachel!
Se refiere a la pareja de Friends, una de sus sitcoms favoritas.
—Dios, qué delirante —define Elena.
—¿Delirante? —se cachondea Rosa—. Anda, saca la lengua del siglo pasado y métela en...
—¿Estáis de reunión sin mí? —irrumpe Mikel.
El aludido se acerca a saludar al felino y, como es la persona que está al mando del palacio mientras Lourdes esté ausente, Rosa le suplica que le permita quedarse a la gata. Él no pone resistencia ninguna, tan solo la condición de que mañana vaya al veterinario. Rosa acepta.
Después, Mikel nos convoca en el comedor y los hermanos Ibarra son los primeros en bajar a cenar. Nosotros vamos a ir tras ellos pero Elena nos pilla por banda:
—Eh, la de la gata —presiona a Rosa—. ¿Tu padre sigue con el tema de Sonia?
Llevamos días sin novedades sobre la investigación.
Rosa se mantiene callada, algo sumamente raro en ella, y a Elena se le agota la paciencia:
—¿Qué pasa?
—Que mi padre ha encontrado algo —confiesa—. Pero no me ha dicho el qué. Nos lo dirá cuando concluya la investigación.
—¿En serio? ¿Cuándo será eso?
—Pues se está saltando varias leyes por ayudar a su hijita. Lo mínimo que podemos hacer es tener paciencia.
—Es fácil decirlo cuando no te han amenazado a ti —le echa en cara Elena.
Lo que hace que Rosa se encienda:
—Mira, a mí no me amenazan porque sé defenderme sola. No como otras.
El ambiente queda más que tenso, por lo que, es hora de largarme con la excusa de ponerme unas zapatillas. No sería la primera vez que pagan los platos rotos conmigo. Uno debe saber cuándo escabullirse.
Llego a mi cuarto y me siento en la cama con un par de calcetines en mano y las playeras cerca. Entonces llaman a la puerta. Será alguna de mis amigas queriendo desahogarse tras la discusión:
—Venga... —Suspiro—. Sí, pasa.
No obstante, no se trata de ellas, sino del heredero menor del palacio, el chico que altera mi ritmo cardiaco con tan solo decir:
—Hey, Piolín...
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El último amanecer de agosto (en librerías y Wattpad)
Teen FictionLAS COSAS DE PALACIO VAN DESPACIO... HASTA QUE EL AMOR LES OBLIGA A DESVELAR SUS SECRETOS. Elena no soporta la nueva familia de su abuelo, pero cuando este fallece, un último deseo lo cambia todo. Debe pasar las vacaciones de verano con ellos. Desde...