Capítulo 36

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- 9 días para el primer muerto -


ELENA

Usansolo, 9 de julio de 2022


Pasadas las doce de la noche, mi sueño se ve interrumpido por un sonido capaz de hacer que me incorpore de inmediato. No proviene de la puerta, ni de los vasos de cristal que la resguardan, sino del iPhone. Este no deja de vibrar sobre la mesilla.

Me estiro hasta alcanzarlo y el nombre que aparece en la pantalla me altera aún más que el molesto tono. Es Luken. No he podido ir a visitarlo y si me está llamando a estas horas debe de ser por algo verdaderamente importante.

—Dime —contesto—. ¿Estás ahí?

No se manifiesta.

Al otro lado de la línea solo percibo crujidos, similares a los que provocaba mi andar de camino al palacio.

—¿Vas por el bosque?

Nada.

Crujidos y más crujidos.

Pasos sobre tierra, hojas secas, ramas...

Y de pronto el silencio casi absoluto, interrumpido por alguna que otra chicharra.

—¿Luken?

Siento el latir de mi corazón hasta en los oídos, los cuales se esfuerzan por advertir algo más, cualquier detalle. Analizo cada ruido por sutil que sea, y creo dar con una respiración. Es lenta, exageradamente calmada, tan ralentizada que amenaza con extinguirse.

—¿Luken? ¿Eres tú?

Me voy a quedar con la duda. Ha colgado.

Al tratar de ponerme en contacto de nuevo, la voz de una mujer indica: «El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura. Por favor, inténtelo de nuevo más tarde».

Tiro el iPhone entre las sábanas, me encorvo abrazando mis piernas y aguardo con la esperanza de que vuelva a sonar, una esperanza que se desvanece tras una hora.

Luken sigue sin dar señales.

Intuyo que la noche se me va a hacer muy larga.


***


Como cada mañana, el amanecer tiñe de rojo la estancia minutos antes de que los nudillos de Mikel choquen contra la puerta. Sigo sin tener noticias del panadero, lo que significa que, aunque me sepa fatal, hoy no puedo acudir al paseo matinal por el jardín del palacio. Debo ir al pueblo, de urgencia. Y puede que me haya entrado algo de miedo porque no quiero hacerlo sola.

Mi siguiente parada es la habitación de Rosa. Como Andoni forzó la puerta, no me cuesta colarme. Espanto a la gata del colchón y me siento junto al abatido cuerpo de mi amiga, quien deduzco que está en pleno estado NREM por sus ronquidos.

—Buenos días, dormilona... Eh, venga, arriba... ¡¡¡Rosa!!!

Se remueve poco a poco, amodorrada.

—¿Qué pasa?

La exclamación llega amortiguada por la almohada, ni siquiera se gira hacia mí. Es asombrante que tenga tal sosiego:

—¿No te he asustado? Estoy en tu cama, podría ser una psicópata.

—Lo eres. Pero si pretendes que grite regresa a las doce. Ahora mis sentidos permanecen inactivos.

—Da igual. —Le pido—: Levántate. Voy a proponeros un plan.

El último amanecer de agosto (en librerías y Wattpad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora