Capítulo 54

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- 15 horas para el primer muerto -


IZAN


Lo difícil no está siendo no salir de los dormitorios, sino sobrevivir encerrados en uno de ellos; el de Elena. De verdad que alguien va a terminar muerto hoy.

Nos hemos alejado de los hermanos con la excusa de reunirnos a leer la novela de nuestra amiga, quien ya nos ha dejado claro que no sucederá tal cosa. Así que, o damos con una forma real de matar el tiempo, o nos mataremos entre nosotros. Y por cómo me fulmina Elena cuando subo mis zapatos a la cama, seré el primer cadáver.

Amore, relaja —sale en mi defensa Rosa—. Tú misma has dicho que puede que sean nuestras últimas horas en el palacio.

—O de vida —mascullo yo.

Rosa pone los ojos en blanco y bebe de la copa de vino que tiene consigo.

Le ayuda a calmar los nervios.

—Venga —continúa dirigiéndose a Elena—, déjanos descubrir las aventurillas del señor Connor.

—No —se niega ella—. Igual no os habéis enterado, pero tan solo era una excusa para librarnos de Mikel y Andoni.

—Pues era una excusa muy buena. ¿Cómo pretendes que nos entretengamos si no? Sabes que Izan no puede aburrirse —argumenta—. O va a ir directo a contestar los mensajes de Andoni.

—¿Me ha escrito?

—¿Lo ves? La flecha de Cupido le ha atravesado los sesos.

Elena resopla y cada vez muestra menos resistencia.

—Con la novela también os aburriríais.

—Qué va. A mí lo que leí me gustó —la animo.

Aunque por cómo entrecierra los ojos, creo que la he cagado más.

—Izan, déjalo en mis manos —me aparta Rosa—. Lo que está claro es que necesitamos algo con lo que ocupar nuestras mentes. No vamos a averiguar nada nuevo por más que revisemos el contenido de la carpetita.

Se refiere a la azul, la que Gabriel dejó en la biblioteca y Elena se ha traído consigo para rebuscar en ella. Tampoco deja a un lado los documentos que el padre de Rosa nos entregó, ni otros tantos archivos que tiene en el ordenador. Es un tanto maníaca.

—Vosotros podéis rendiros, pero yo no lo voy a hacer.

—¿Rendirnos? Vamos a entrar en esa cabaña por la noche —le recuerda Rosa—. Eso no es rendirse.

—No. Es suicidarse —agrego.

Mi agonía las desespera. Rosa bebe otro trago y Elena tuerce el morro, gesto que se vuelve pensativo y que mantiene durante unos segundos. Luego suspira y teclea en el portátil.

—Necesito concentración, y si la única manera de que me dejéis en paz es con la novela —cede al fin—, os permitiré leerla.

Tiene que estar al límite para ofrecer un trato como ese, y nosotros no dudamos ni lo más mínimo en aceptarlo.

—Ya os he mandado el manuscrito —informa.

—Genial —celebro yo.

—Sí. Podéis descargarlo y leerlo en absoluto silencio.

Rosa simula cerrar una cremallera entre sus labios, Elena le dedica un mohín y, estas interacciones son las últimas, antes de que nos sumerjamos en la lectura de fantasía con la firma de nuestra amiga.



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Mañana subiré un gran capítulo y, el martes, prestad atención a mis redes sociales (jonazkueta)... Se viene un anuncio muy muy especial ;)


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