Capítulo 58

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ELENA


El hombre de la bata roja, el huésped de la cabaña, el tipo al que Izan retrató, no era mi abuelo, sino otro de los ex maridos de Lourdes. Lo he sabido al cubrirlo con una manta. Su cara me ha traído a la mente el retrato que había en el tercer nivel del chalet de Getxo; vivienda en la que se organizó el funeral de mi abuelo; y en la que había toda una planta destinada a hacer alarde de libros, cuadros y esculturas.

Las piezas van encajando.

No puedo decir que me haya alegrado ni entristecido el hecho de que no fuese él, porque la verdad, aún no sé cómo me siento. Ya lo procesaré más adelante. He tenido que tomar el control y reunirlos a todos en el salón.

—¿Vais a explicarnos qué pasa?

Andoni y Max se niegan, no me queda otra que amenazar con acudir a la policía.

—¿Vas a decirles que tu amigo se ha cargado a un anciano? —me cohíbe Max.

Izan está en shock, Rosa lo consuela y Andoni lo intenta.

A este último apenas lo dejamos acercarse.

—Pues sí —digo—. Ha sido un accidente. Lo entenderán.

—Elena, no lo entenderán —me asegura Andoni.

—¡Pues se lo explicaré! Se lo diremos al padre de Rosa y...

—Elena, no lo entenderán —me recalca—, porque ese señor lleva muerto más de dos años.

Regresa el silencio, y solo atiendo al rompecabezas de mi mente.

Clic, clic, clic.

Hasta que las piezas encajan.

—Es el exmarido de Lourdes, el que desapareció en el mar —resuelvo—. No murió en el cumpleaños. Lo fingisteis para esconderlo aquí.

—Bingo —confirma Max—. El viejo se llamaba César.

Ahora lo examino a él, la camiseta deportiva del Athletic que viste, la frivolidad a la hora de hablar de un difunto y las pruebas que llevo en el bolsillo del pecho, me destapan su identidad.

—Eres el amigo de Ubel. El que baja al pueblo a ver los partidos de fútbol.

—Y el Correcaminos —añade Izan—. Por eso estabais en el cuarto de al lado, ¿no? Eres el amante de Andoni.

En cualquier otro momento una declaración así lo hundiría, pero cuando hay un muerto de por medio, los líos amorosos pierden toda relevancia. Porque la mayor preocupación es cómo salvar nuestro culo y decidir quién debe pagar.

—¿Qué vamos a hacer? —se manifiesta Rosa.

—Nada —dice Andoni—. No haremos nada hasta que lleguen Mikel y Lourdes. —Me mira de reojo—. Ya les he avisado.

No me sorprende que recurran a su abuela. Estoy segura de que era con ella con quien conversaba Mikel la anterior noche. Al que no parece gustarle la idea es a Max. Este se dedica a rezongar, mientras mis amigos simplemente sufren las consecuencias emocionales de lo vivido. Y yo, estoy ansiosa por conocer toda la verdad, sobre un enigma del que ya somos parte. Porque nos guste o no, estamos implicados.

Y tanto que lo estamos.

Hemos matado a uno de ellos.



*****

Parece que el misterio se va destapando...

¡Ya está el siguiente capítulo!


El último amanecer de agosto (en librerías y Wattpad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora