Capítulo 61

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IZAN


Es una familia de psicópatas. No quiero tener nada que ver con esta panda de dementes. En cuanto podamos saldremos de aquí. Cagando hostias. Por más miradas que me esté lanzando Andoni, no voy a darle la oportunidad de explicarse. No estoy resentido porque aún quede con Max —es obvio, han salido juntos de un cuarto tras la pelea—, lo que estoy es... Flipando. En general.

Me pregunto qué clase de valores tiene una persona que participa voluntariamente en algo así. Creía que me estaba colando por un malote más, no por un puto criminal organizado.

Al apagar la televisión, Lourdes se pone en pie con la ayuda de Federico: ha bebido unos tres vasos de vodka, no es de extrañar que necesite un punto de apoyo. Vuelve a esconder su tristeza tras las gafas y se pronuncia.

—Es mi turno. Debo complementar el discurso de Gabriel porque... Bueno, ya sabéis que el plan inicial ha sido alterado por algún que otro contratiempo. Además, quiero tratar el tema de César. Mis chicos me han dicho que ha sido un accidente, que os metisteis en su dormitorio, se asustó y... Pum. Muerto.

Me entran náuseas ante tal resumen.

—Pero, tranquilidad, porque Federico enterrará el cadáver en el jardín y nadie sabrá nunca nada.

Las náuseas se intensifican.

Hago un terrible esfuerzo por no potar sobre el sofá.

Sé que Lourdes también lidia con una batalla interna, parece ir a romperse, solo que no lo hará porque controla sus emociones mediante el vodka. Tira de la bebida y se recompone.

—Ahora me toca poner todas las cartas sobre la mesa. —Respira hondo, de manera entrecortada—. Jamás quisimos que se diese una experiencia tan horrible... Solo queríamos que Elena emprendiera un viaje en el que ella misma diese con las respuestas. El escenario principal sería el palacio y para que esta accediera a venir, debíamos invitar también a sus amigos y jugar con la baza de que era el deseo de Gabriel. Además, había que dejar claro que yo no estaría; y es que tan solo acudiría en el momento exacto de poner el vídeo.

»Al mando de todo, estarían mis nietos, algo de lo que me arrepentí cuando me llegó la noticia de que Andoni no solo se había liado con Max, sino que también se veía con uno de los compañeros de Elena... Aquello os ponía a todos en peligro. Max es capaz de cualquier cosa con tal de protegerse. Él no quería que os enteraseis de nada. Una cosa era confesárselo a Elena y otra, que sus dos amigos también lo supiesen. Andoni me prometió reducir el contacto contigo —me señala—, y llevarlo en secreto. De lo contrario, Max podría creer que vuestra relación sentimental te conduciría a la verdad y... Bueno, no es muy inteligente pero tiene malicia —lo describe, como si no estuviese con nosotros—. De percibiros como una amenaza os habría quitado del medio.

—Debería haberlo hecho —chista él.

Lourdes lo observa asqueada y prosigue:

—Pese a los líos amorosos, el plan no se desestimó. Teníamos todo el verano por delante y ya habíamos colocado las primeras pistas. Mikel gestionaría la situación y, a lo largo del verano, iríamos dándoos más pruebas. Lo que no imaginábamos era que os colaríais en la cabaña a mediados de julio...

»Personalmente, no paso por mi mejor momento, las razones son evidentes. No he estado fina. Me he despistado y por ello todo se ha descontrolado y ha habido un muerto. Así que, ante vosotros —nos mira a los tres—, y ante mis nietos, quiero dejar claro que la responsabilidad de absolutamente todo es mía. También lo es de Gabriel y César, pero ellos ya no están aquí. Por tanto, cualquier medida que toméis que sea contra mí. No quiero peleas entre mis chicos, mucho menos frente a los tribunales. Si alguien debe pagar, seré yo. Os doy mi palabra de que aceptaré las consecuencias. Lo juro por Gabriel.

»A él también le prometí que cuidaría de su querida nieta. Para ello solo puedo advertiros de que, hagáis lo que hagáis, Alberto Ubel no puede enterarse de que se la jugamos. Ansiaría venganza y no haría distinciones. A no ser que le déis mi cabeza servida en una bandeja, daros por acabados...

Suspira profundamente y vuelve a apartarse la melena de la cara.

—En fin, mis queridos, si nadie tiene nada que objetar, enterraremos el cadáver de César, me despediré de él, y me iré de vacaciones a sufrir el luto atiborrándome a alcohol y tabaco... Quiero aprovechar lo que puede que sean mis últimos días de libertad.

De golpe, se bebe otro vaso. El líquido va por mal camino y le da un ataque de tos. Se atiza el tórax hasta aliviar los pulmones, pero no los nervios. Se ha echado a llorar. Lourdes es jodidamente impredecible.

—Si te piras de vacaciones, que sea a una isla tropical a la que llevarme contigo. Ya es hora —le reprocha Max aprovechando su momento de debilidad—. Me debes una nueva identidad y una maleta llena de pasta. Anque a tu mente senil se le haya pasado, es lo que acordamos.

—Niñato... —Se seca las lágrimas con movimientos bruscos—. ¡También acordamos que no le pasaría nada a César y mira! Tampoco debías salir del palacio y sé que has estado paseando por el pueblo. ¿Sabes el trabajo que he tenido que hacer para borrar tus malditas huellas? ¡Como para que lo eches todo a perder!

—Si realmente quisieras borrar mis huellas me mandarías lejos y no me tendrías aquí, pudriéndome en tu asqueroso palacio.

—Desagradecido, no es tan sencillo.

—¿Desagradecido yo? ¿Acaso hay algo que agradecer? Me has encerrado para hacer de asistente del viejo. Menos mal que el chaval se lo ha cargado.

—¡Calla! —Lourdes le lanza el vaso.

Él lo esquiva y revienta contra una pared.

Se hace mil pedazos y los cristales tintinean contra la madera del suelo.

—¡Jamás debí haberte sacado de aquel pozo en el que te creías importante! —arremete Lourdes—. No vuelvas a alzarme la voz, ni a contradecirme... ¡Ni te acerques a mi nieto! Deja de acosarlo o cumpliré tu deseo de desaparecer ¡enterrándote junto a César! ¿¡¿Entendido?!?

Max se levanta de un salto, se para a milímetros de Lourdes y temo presenciar otro asesinato. Aunque debo ser el único porque los suyos ni siquiera hacen amago de interponerse.

—Lárgate —masculla ella.

Y con pose erguida, lo ahuyenta.

Luego recupera la compostura.

—Ay, dios... —Se palpa la frente, como si quisiera comprobar la fiebre—. Elena, perdona el espectáculo —se dirige a nuestra amiga—. Era necesario.

Esta se levanta y no se acobarda lo más mínimo ante ella.

—Con espectáculo, te refieres a la pelea, ¿o a los últimos cuatro años? —Nos mira a Rosa y a mí—. Porque ya hemos tenido más que suficiente.

Al igual que Max, se va, y nosotros vamos tras ella. Copiamos su conducta de ni siquiera mirar a los hermanos, pese a que noto los ojos de Andoni puestos en mí, incluso cuando avanzamos por el largo pasillo...

Cada paso que doy se me comprime un poco más el pecho y me invade una emoción amarga, que se intensifica al ser consciente de que, mi relación con el chico solitario que fumaba a escondidas y que se convirtió en mi especialista en dermatitis, entrenador personal, monitor de natación y compañero de películas, debe terminar aquí.

Una parte de mí siempre supo que me traicionaría, pero la otra, se aferraba a la esperanza. Y como en su momento dije; a la confianza ciega.

Sí, excesivamente ciega.



*****

Continuará...


El último amanecer de agosto (en librerías y Wattpad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora