Capítulo 74

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ELENA


Rosa aporrea la puerta del servicio en el que estoy encerrada.

Amore, no tenemos toda la tarde. La presentación ha ido guay pero aún tienes que salir a firmar.

—Sí, ¡enseguida!

—Eso espero. Me da miedo dejar a la gata tanto tiempo sola, ya me ha destrozado la mitad del sofá...

—¡Que sí! ¡Voy!

Me miro en el espejo, me recojo el pelo y respiro hondo.

Mi novela ha salido al mercado.

La historia a la que tanto he dedicado, se ha convertido en un libro impreso.

La gente lo celebra como un logro, como mi salto al mercado editorial. Yo lo celebro por lo que para mí siempre ha sido, es y será. Un vínculo con mi abuelo.

Estaría orgulloso de mí.

Ahora mismo daría cualquier cosa con tal de que estuviese con nosotros, con tal de poder firmarle un ejemplar, abrazarlo y agradecerle el haberme enseñado a expresarme a través de las letras. Él agarró mi faceta obsesiva, la insegura y la reservada; las moldeó; y formó una escritora.

—Gracias por todo —digo sosteniendo el bolígrafo plateado que me regaló.

Es con el que voy a firmar hoy, en su memoria.

Parpadeo para aliviar el escozor de los ojos, me sueno la nariz y trago queriendo deshacer el nudo de mi garganta.

—¿Elena? —oigo otra voz.

Es la de Mikel.

Desde el último amanecer en el palacio, hemos retomado el contacto, y de forma muy íntima. No es que seamos una pareja formal o algo por el estilo —aunque mis amigos así nos definan—, es que, simplemente, nos gusta estar juntos y disfrutar.

Mikel es otra de las pocas personas que ha agrietado mi coraza. Este la ha resquebrajado entera, ha sacado al exterior lo mejor de mí y ha metido en el interior un pedacito de su alentador ser.

Tengo claro que lo quiero en mi vida, pero también sé que aún hay algunas sombras en nuestra relación. Así que, mejor no forzar nada. Solo dejémonos llevar.

—Estoy lista. —Abro la puerta.

—Ya era hora —exclama Rosa.

A su izquierda está la dueña de la librería, una mujer bajita y excesivamente risueña, ansiosa por dirigirme al taburete en el que concluye toda una fila que zigzaguea por el establecimiento.

—Lo vas a hacer genial. —Mikel me envuelve con su brazo derecho y me da un apretón.

—Gracias.

Lo miro fijamente y recalco:

—Y es un gracias por todo. No solo por esto.

Hace un simpático gesto afirmativo, provocando que sus enredados mechones se sacudan, y me sonríe. Entonces me separo, desafío a nuestro magnetismo poniendo rumbo hacia el escenario y...

—¿Qué pasa, Elena?

He regresado a él, al único lugar en el que me permito ser impulsiva.

Me pongo de puntillas, coloco ambas manos en su rostro y lo beso.

No tarda en reaccionar con delicadeza, coordinando sus labios con los míos, haciéndome ignorar que estamos en medio de una tienda, rodeados de gente, con la vista puesta en mí.

El último amanecer de agosto (en librerías y Wattpad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora