Capítulo 73

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Un mes y semanas después del último amanecer de agosto...


IZAN

Burgos, 26 de octubre de 2023


Corro hacia la librería y, desde el escaparate, compruebo que el pequeño local está a rebosar de familiares y amigos de Elena. Pronto comenzará la presentación y ya apenas hay huecos libres en las sillas que han colocado frente a dos altas banquetas.

Rápidamente, abro la puerta y espero a que Andoni pase adentro, pero este no lo hace, porque ni siquiera está a mi lado.

Mierda, se me olvidaba que todavía no puede hacer movimientos bruscos.

—¡Entra tú! —alza la voz cuando da la vuelta a la esquina de la calle.

—Ah, no te preocupes —disimulo mi impaciencia—. Te espero.

Pese a que por dentro estoy dando volteretas.

Andoni avanza a cámara lenta y me entretengo apreciando el cartel de la entrada. Este anuncia la inaugural firma de libros de Elena, la cual arrancará con una breve presentación moderada por Rosa, quien también retransmitirá el evento en sus redes.

Como Andoni no se dé un poco más de prisa, yo seré uno de los que lo vea a través de las pantallas...

En serio, tarda una eternidad, y cuando al fin me alcanza no me queda otra que aprovechar su herida de arma blanca para abrimos paso entre la gente.

—Está operado. Sí, cuidado. No lo golpeéis. Podría desangrarse.

—No te pases —me riñe por lo bajo.

Aunque, con mi técnica, conseguimos un par de sillas.

Ahora lo que me cabrea es que hay un tío sumamente alto en primera fila.

Voy a maldecir cuando este se vuelve y nos saluda.

Es Mikel. Estoy tan nervioso que ni lo he reconocido.

—Izan, cálmate —lo nota Andoni.

—Estoy calmado.

—Pues tienes la dermatitis a tope.

—¡Es por el calor! Este sitio es enano y Elena tiene un montón de conocidos. Con lo poco social que es ella...

Muchos de los presentes son de la universidad. Elena estudia Literatura y además de sus compañeros también han venido profesores. La noticia ha debido circular por toda la facultad.

Me yergo en la silla y por encima de las cabezas observo los taburetes en los que se acomodarán mis amigas. En medio hay una mesita, donde luce un ejemplar de la obra de Elena. La portada es morada, en honor a los lirios. Todo un detalle a su abuelo.

—¿A qué hora empezaba esto? —se interesa Andoni.

Miro el reloj.

—Todavía faltan cinco minutos.

—Tío, ¿y para eso he corrido?

Alzo las cejas.

—¿A eso lo llamas correr? Vaya con el deportista. Qué degradación.

Contiene la risa y me pega un codazo.

—Hey, si guardo energía... —me susurra al oído—, es porque me estoy reservando para esta noche.

Ahora sí que me arden las mejillas.

—Pues esta noche tienes que leer el libro de Elena —le recuerdo—. Llevas días en la primera página.

Posa su mano sobre mi muslo y lo acaricia.

—Si me cuesta terminar una peli contigo al lado, imagínate un libro...

Carraspeo y me apresuro a cambiar de tema.

—Oye, ¿sabes si tu abuela vendrá?

—¿Mi abuela? —Le he cortado el rollo—. No creo.

Lo suponía. Desde que regresamos a nuestras vidas, Lourdes se ha mantenido al margen. No porque se lo hayamos pedido, sino porque considera que es lo correcto. Para nosotros. Y para ella. Ha sufrido mucho y debe sanar en paz. Lo comprendo porque Elena actúa igual. No todos somos de cariño y consuelo. Hay quien, simplemente, necesita tiempo y espacio.

—¡La escritora! —grita Andoni y la señala—. ¡Ánimo, Elena!

La gente a nuestro alrededor se revoluciona. Todos celebran su llegada, mientras esta avanza tensa, con el semblante aún más serio que de costumbre.

Rosa la acompaña y a diferencia de ella, se motiva y alienta al público a aplaudir cada vez más fuerte. Yo no dudo en obedecerla.

—¡Grandes! —Me incorporo emocionado—. ¡¡¡Os queremos!!!

Andoni se parte de risa al contemplarme pegar botes en la silla.

—Ay, Piolín. —Asiente para sí mismo—. Yo sí que te quiero a ti.

Me guiña un ojo y solo entonces me aislo del momento que vivimos, para procesar lo afortunado que soy. Porque era cierto que Andoni Ibarra me traería problemas, muchos problemas, pero también, que juntos superaríamos todos y cada uno de ellos...

—Yo también te quiero, capullo —me declaro.

Él me sonríe, mira al frente, y continuamos disfrutando de la presentación.


El último amanecer de agosto (en librerías y Wattpad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora