- 17 días para el primer muerto -
ELENA
Usansolo, 1 de julio de 2022
Flexiono el brazo y catapulto otra bola de papel arrugado. Estoy rodeada de páginas despedazadas, repletas de frases de la novela que he intentado reestructurar porque no me convencen.
Escribirlas a mano es un ejercicio que aprendí de mi abuelo. Si me bloqueo, siempre acudo al cuadernillo y al bolígrafo plateado que me regaló. De no hacerlo, me resulta imposible editar ciertas partes de la obra que mi cerebro ya se ha aprendido de memoria. Mi mente pone parches sobre cualquier fallo.
Aunque hoy este truco tampoco me sirve, estoy demasiado desconcentrada.
¿El motivo? Mikel está con Sonia, ahora, en el jardín.
Les he espiado en varias ocasiones, pero el terreno es enorme y solo alcanzo a verlos si están frente a mis ventanas. Podría haber ido con ellos, aunque por razones evidentes —como que pueda odiarme tanto como para amenazarme de muerte—, he declinado la invitación de Mikel.
No obstante, sé que durante la mañana no seré productiva, así que voy a reducir la jornada. Pronto Mikel se quedará solo y pienso acudir a su dormitorio para que me ponga al corriente acerca del paseo con Sonia. Mi sospechosa. Su ex...
Vale, cabe la posibilidad de que la celosa sea yo.
Pero no puedo ponerme crítica conmigo misma porque, según el iPhone, ya es hora de buscar al hermano mayor de los Ibarra:
—Allá voy.
Subo por las escaleras y avanzo por el pasillo. A la altura de su habitación, giro sobre mi talón izquierdo, alzo la mano para llamar y...
Hostias.
No hay madera contra la que chocar mis nudillos porque la puerta está abierta, tan abierta como mi boca al descubrir a Mikel semidesnudo.
Como aquella vez.
Aunque ahora está de espaldas y, pese a no ver su impactante parte íntima, lo que tengo ante mis ojos me deja estupefacta.
Dios...
Sufro un escalofrío al escrutar su dorso, donde se extienden varias cicatrices de formas irregulares. La piel es rugosa en algunos puntos, se eleva y se diferencia en múltiples ondas, cuyo color es más claro que el del resto del tejido.
—¿Mikel?
Se vuelve y se cubre con avidez, poniéndose del tirón una ancha camiseta blanca. Luego me tapo los ojos hasta que se hace con un pantalón.
—Elena, ¿qué haces aquí?
Antes de soltar alguna de las excusas que tenía preparadas, me planteo fingir no haber visto las marcas. Pero por cómo las ha ocultado, por cómo las lleva ocultando días —¿por ello no se metía en el agua?—, creo que lo correcto es hacerles referencia:
—Las he visto.
—Ya. No lo hubieses hecho de no haber entrado sin permiso.
Mis pies siguen en el umbral y me aferraría a este dato para defenderme, si no fuese porque Mikel no me está recriminando nada. Hay más pena que reproche en su voz.
—¿Cómo te las hiciste? —pretendo saber.
—En un accidente.
—¿Con tu padre?
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El último amanecer de agosto (en librerías y Wattpad)
Teen FictionLAS COSAS DE PALACIO VAN DESPACIO... HASTA QUE EL AMOR LES OBLIGA A DESVELAR SUS SECRETOS. Elena no soporta la nueva familia de su abuelo, pero cuando este fallece, un último deseo lo cambia todo. Debe pasar las vacaciones de verano con ellos. Desde...