El collar

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Capítulo 1

Rahvenon, Estación Invierno.

Samantha

Las mañanas con los pequeños rayos dorados en días como estos, en un clima como este, siempre son tan reconfortantes. La palma de mi mano se calienta al ponerla a la vista del sol.

El invierno se ha demorado más de lo normal, los árboles congelados y las calles intransitables por los montones de nieve son el ambiente constante. Dejo que el Sol cubra ahora mi rostro y de vida a mi piel. Se siente tan a gusto así.

Después de haber jugado en la nieve toda la mañana, tenía mi nariz húmeda y rojiza. Mis manos protegidas por guantes de lana gruesos y mis pies con esas botas de invierno tan calentitas.

Habían permitido mi salida al jardín de la casa, había aprovechado todo el tiempo que me habían dado para poder disfrutar de mi tiempo libre. Hoy era especial, lo sabía, lo sabía y como era un solo día, tenía que disfrutarlo.

Ser hija única y de padres fallecidos no era fácil. La presión social y los señalamientos eran constantes. Por la ciudad era conocida como La Huérfana, odiaba ese mote. No soportaba que me dijeran así.

Miré más allá de la cerca de madera pintada de blanco por la nieve y unos niños jugaban a lanzarse bolas de nieve. Me reí cuando uno de esos niños resbaló y la bola pasó al de atrás. Los miraba, atenta a su felicidad y libertad. Estaban más allá de una cerca, estaban libres y jugando juntos.

-¡Sam! Vamos, entra a la casa o vas a resfriarte. -Alnorth, el mayordomo de la casa y el encargado de cuidarme, llamó mi atención y a la vez, la de los otros niños que me miraron como a un bicho raro.

A mis dieciocho años recibir esas miradas, miradas acusadoras, miradas asombradas por ver a una niña sin padres, miradas preocupadas y miradas aprendas, eran mi pan de cada día.

-¡Ya voy! -corrí de vuelta a la gran casa y mi estómago gruñó de satisfacción ante el delicioso aroma de pastel de limón.

-Anda, toma asiento y cierra los ojos. -hice caso acomodándome en la silla con mis rodillas y mis codos sobre la mesa, mis pies colgaban al aire.

Cerré los ojos mordiéndome el labio, sabía que iba a pasar, sabía que iban a darme una sorpresa por mi cumpleaños número dieciocho. Hoy hacia otro día en que vivía y robaba oxígeno al mundo.

-¡Sorpresa! -abrí los ojos asombrada.

Alnorth, cargaba en sus manos una tartaleta de limón con mi número de edad en el centro y un glaseado verde delicioso. Atina, la ama de llaves de la casa y mi nana desde siempre, estaba detrás con una explendida sonrisa en su marcado rostro por la vejez, los ojos verdes muy peculiares de ambos brillaban de felicidad.

Me levanté en la silla y subí sobre la mesa, caminando sobre la madera hasta llegar al otro extremo, donde se encontraba mi regalo.

-Pero esos modales, niña. -reprimió Atina.

-Está delicioso, muchas, muchas gracias. -dije luego de tomar una cucharada de ese delicioso glaceado verde.

-Te mereces lo mejor mi niña. -Alnorth sacó del bolsillo de su traje una caja negra cuadrada de terciopelo con relieve dorado y espinas rojas.

Esencia de Vampiro I (INMORTAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora