Primer día

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Capítulo 5

Daltharna, Estación Permanente de Invierno

Samantha

Llevaba un tiempo despierta, la verdad es que no había podido dormir mucho luego de que la chica de pelo corto y rojo me dejara a solas. Daba vueltas en la cama y disfrutaba de lo caliente y mullida que estaba, pero no conseguía caer en los brazos de Morfeo.

Fuera ya había amanecido, el sol brillaba en las copas blancas moteadas de verde de los altos pinos. La ventana brillaba por el reflejo de los rayos matutinos sobre la escarcha.

El miedo me acechaba detrás de la nuca desde que había llegado a esta casa. Nada aquí parecía ser normal, ellos no eran normales. Sus rasgos físicos eran desconocidos para mí y todo lo que se veía en Rahvenon.

Decidida a no dar más vueltas en la cama, me puse en pie y caminé hacia la puerta de madera que daba directo hacia un baño personal. Me di un rápido aseo y me cambié mi pijama, que ahora que me fijaba, anoche de tan aturdida no me había cambiado mis pantalones sucios, y me coloqué algo más abrigado que un simple pijama de caras sonrientes.

El pasillo estaba sumido en silencio. Las ventanas estaban cubiertas por las cortinas terracotas gruesas y habían sombras en ciertos lugares. Salí de la habitación cohibida y me dispuse a caminar por la mansión, nadie parecía estar rondando. 

Llegué a las escaleras y miré los peldaños de mármol blanco que llevaban a un tercer piso. El pasamanos era de oro con detalles que sobresalían de su superficie. Miré a todos lados y empecé a subirla; un pasillo igual al del segundo pero con más puertas y más oscuridad.

Mis pasos resonaban suaves encima del mármol. Miré los cuadros con marcos detallados y bien curiosos en madera tallada. Obras de arte, seguro que originales y valuadas en miles de dólares. Candelabros con velas rojas prendidos con una pequeña llama en cada pared. Algunos retratos sobre mesas de adornos en extremos de las paredes con rostros y figuras igual de frías y tenebrosas que las que imaginaba en sueños.

Llegué al final y una puerta estaba entre abierta, de madera de roble blanco con vivos en dorado y plateado. Me acerqué sigilosamente, con el corazón desbocado y lleno de adrenalina, hasta pegar un ojo entre el espacio de la madera y el marco. Dentro todo estaba oscuro. Tan oscuro como en una cueva.

Me sentía nerviosa porque si alguien me atrapaba no quería que me tacharan de fisgona, aunque, ¿que podía quedar para ellos? Un movimiento dentro de la habitación llamó mi atención. Centré toda mi atención en ver qué era aquello. Los pelos de la nuca se me erizaron y creí que el silencio espeso del pasillo aumentó aún más colocando escalofríos en mi columna.

—¡Ah! —salté hacia atrás, dando varios pasos lejanos de la puerta. El alma había dejado mi cuerpo junto al grito de horror.

Unos ojos tenebrosos me devolvieron la mirada bañados en furia. Zaiden estaba bajo el marco de la puerta con ella abierta,  mirando en mi dirección molesto por encontrarme mirando lo que creo es su habitación.

Llevaba una toalla envuelta en su cintura dejando a la vista su torso desnudo. Fijé mi atención en su piel y era tan pálida que parecía no tenía sangre en sus venas. Tenía varias cicatrices entre sus dos pectorales, diminutas, blanquecinas. Su cuerpo no era voluminoso ni tan musculoso; era delgado y con una cintura marcada. Pero lo trabajaba ya que tenía sus brazos definidos y varios cuadritos sobresalían de su abdomen.

Esencia de Vampiro I (INMORTAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora