34. A salvo

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Podría haber sido fácilmente aplastada por la Muralla María­ por cómo se sentía

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Podría haber sido fácilmente aplastada por la Muralla María­ por cómo se sentía. Cada fibra de su ser, desde el momento en que recuperó la conciencia, ardía de dolor. Incluso estar acostada de espaldas con los ojos abiertos resultaba agonizante. Optó por mantenerlos cerrados, al menos su visión no era asaltada por el brillo en la sala médica.

¿... Sala médica?

Mia forzó sus ojos a abrirse apenas un poco. Pudo distinguir el suelo familiar y las paredes de piedra, las numerosas camas alineadas, con las cortinas de separación retiradas ordenadamente. Estaba en casa; había a la Legión. Sea cual haya sido la pesadilla en la que estuvo, esta había terminado.

—¡Estás despierta! —Era la voz de Hange—. Aquí, déjame ayudarte a sentarte.

Con cuidado, unas manos detrás de sus hombros la ayudaron a incorporarse. Mia usó su brazo bueno para impulsarse un poco más vertical. Gimió ante la sensación de movimiento en todo su cuerpo adolorido, pero Hange logró colocar rápidamente más almohadas detrás de ella para que quedara más o menos en posición sentada.

Sintió la frescura de un vaso tocar su mano.

—Bebe, es agua.

Mia llevó el vaso de agua a sus labios, bebiendo lentamente. Nada como un buen y sólido secuestro para hacerla apreciar las cosas simples de la vida. Hange tomó el vaso cuando terminó.

—Voy a buscar a Levi y a Erwin —dijo.

Mia la escuchó irse y cerró los ojos una vez más. No recordaba nada desde que dejó la Ciudad Subterránea junto a Levi hasta despertar en esa cama. Estimaba que habría estado dormida no más de unos días. Su hombro estaba en un cabestrillo, y podía sentir las capas de vendajes sobre sus costillas, proporcionando una presión reconfortante.

La puerta se abrió, abrió los ojos de nuevo, esta vez no fue tan malo. Vio entrar a Erwin, y detrás de él estaba Levi. Erwin se sentó en el taburete junto a ella, mientras que Levi permaneció de pie apoyado contra la pared, sus ojos nunca se apartaban de los suyos.

—¿Cómo te sientes, Mia? —dijo Erwin.

—Podría estar mejor —dijo, aclarando la garganta y probando su voz. Salió más que un susurro.

—Espero que entiendas que aún te cuestionaría aunque acabes de despertar.

—No esperaría menos, comandante. —Asintió.

—Harold, el hombre de la tienda de té, dijo que lo estabas ayudando a llevar cajas de té a la parte trasera de su tienda, ¿es correcto?

—Sí, señor.

—Informó que en algún momento desapareciste, buscó alrededor de su tienda y en el callejón trasero, pero no vio rastro de ti excepto tu collar. ¿Fue eso obra tuya?

—Sí, señor, pude hacerlo durante el secuestro.

—¿Y cómo sucedió?

—Estaba tomando las últimas cajas cuando me taparon por detrás. El atacante, uno de los hombres de Kenny, supongo, me tapó la boca y me levantó del suelo. Llevaba guantes y ropa más gruesa, no pude escapar, pero logré romperle el meñique. Me soltó, y aproveché la oportunidad para quitarme el collar y dejarlo como prueba. Me golpearon en la parte posterior de la cabeza, y luego desperté en la habitación donde me encontraron.

Grey [Levi Ackerman] TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora