10 | fever

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Lamentablemente, las consecuencias del accidente de la cocina no tardaron en aparecer. La mañana en la cual Cellbit había explotado el microondas había sido una lluviosa, por lo cual la temperatura de ese día había bajado drásticamente.

Estar empapado en un día con frio no era la mejor idea de todas, y el rubio no era una persona con defensas altas.

Roier irrumpe en la oficina de Cellbit a la tarde, esta aburrido porque ambos se supone que siguen de vacaciones, por su luna de miel, pero Cellbit no podía estar tantos días sin trabajar, le generaba ansiedad.

— ¿Qué haces? — pregunta el castaño, apoyándose contra el escritorio del rubio. Ambos se encuentran en la oficina de Cellbit.

— Estoy trabajando Roier, agradecería que no me interrumpas.

— Ay que lastima, porque ya lo estoy haciendo. — Roier ríe, y le saca el papel en el cual Cellbit está escribiendo, llevándoselo consigo, como un cebo.

— ¡Roier, devuélvelo! — grita Cellbit, molesto. Intenta pararse de la silla donde estaba sentado para perseguirlo, pero apenas lo hace pierde las fuerzas.

Roier lo nota justo a tiempo, y lo sostiene para que no se derrumbe en el piso.

— Cellbit. — el castaño posa una de sus manos en la frente del contrario, a Cellbit le gusta el toque. — Estas muy caliente.

— ¡Ay! — ríe el rubio. — ¡Que atrevido!

— No estoy bromeando, Cellbo. — su cara grita preocupación. Sus fuertes brazos lo rodean, y suavemente, tomando impulso de su cintura, lo carga en sus brazos al llamado "estilo nupcial" — No vas a poder subir las escaleras. Yo te llevo hasta la cama.

— Que caballero. — sonríe el rubio. — No exageres, Roier. Puedo subir las escaleras.

— ¿Con las piernas temblando? — Roier levanta una ceja. — No mames, Cellbit. No lo voy a discutir, vamos a la habitación.

Cellbit tendría que luchar para no dejar morir a su orgullo, pero no tiene fuerzas. Le duele la cabeza y los temblores que sufre su cuerpo son horribles. Si sube las escaleras en ese estado, tiene riesgo de caerse y rodar hasta el primer piso. Cierra los ojos y deja que Roier lo lleve.

Se da cuenta que llegan a la habitación cuando Roier lo acuesta suavemente en la cama. Acto seguido, el castaño le posa una mano en la frente.

Su cuerpo está hirviendo y su cara está totalmente roja, no de vergüenza ni nada parecido. Roier no es doctor, pero sabe que la fiebre aún está subiendo.

El castaño baja al primer piso, busca el termómetro y una manta más caliente, la suya de un tigre, la mejor de todas.

Cuando sube, encuentra a Cellbit sudando, y empieza a preocuparse. Le toma la fiebre. 39 grados, y subiendo. Se muerde el labio.

— ¿Es mucha la fiebre? — susurra Cellbit, derrotado. Roier asiente.

— ¿Qué necesitas?

— Un café...

— No creo que el café te haga bien en estas condiciones. Lo que necesitas es dormir. Descansa, yo iré a prepararte una sopa y a buscarte jarabe, ¿okey? — la voz de Roier es suave como una caricia.

A Cellbit no hace falta que se lo pidan dos veces, el cansancio lo está matando y apenas cierra los ojos, su respiración se relaja y se duerme profundamente.

Roier lo mira durante unos segundos, y luego suspira. Baja las escaleras y busca todo lo que necesita para cuidar al rubio. Un paño húmedo, remedios, agua para mantenerlo hidratado, té de limón y sopa de verduras.

Tarda un poco más de una hora en subir de nuevo las escaleras, con todo listo. Cellbit sigue durmiendo, Roier se sienta en un sofá al lado de su cama, y lo observa dormir, en silencio. Quiere despertarlo y darle el jarabe para bajar su fiebre, pero a la vez quiere dejarlo descansar.

Ver a Cellbit dormir tan pacíficamente provoca que tenga ganas de dormir un poco él también, y cierra los ojos ahí mismo, en ese sofá. No quiere molestar al rubio, quiere dejarle toda la cama para él.

No tiene idea cuanto tiempo duerme, pero se despierta con los gimoteos de Cellbit, quien está sollozando.

— ¿Cellbo? — pregunta acercándose a la cama rápidamente, con preocupación. No entiende si llora de dolor o por alguna otra cosa. — ¡Cellbit! ¿Qué sucede?

El rubio lo mira con sus grandes ojos azulados y con sus pestañas mojadas por las lágrimas. Roier pone su tibia mano en su frente, el cuerpo de su esposo está hirviendo. La fiebre debe haber subido aún más.

— Estás aquí. — dice, con la respiración jadeante. Parece asustado, pero se calma un poco al ver a Roier. — Sigues aquí. No te fuiste. Estás vivo.

"Mierda, está delirando por la fiebre" piensa Roier, con angustia. "O tal vez es otra pesadilla".

— Si, aquí estoy Cellbo. No me fui. — agarra su mano y la acaricia. Con el contacto, Cellbit se tranquiliza. — Y tampoco me voy a ir, aquí me quedo.

Roier le sonríe. Por más egoísta que sonará, Cellbit quería que esa sonrisa se quede para siempre a su lado, y que sea solo para él.

— Voy a buscarte la sopa y medicamentos. Quédate aquí. — le pide el castaño, el rubio solo asiente como toda respuesta, mientras se limpia las lágrimas de los ojos.

Vuelve con un par de pastillas, un vaso de agua y sopa de verduras. Cellbit toma el remedio sin quejas, pero cuando llega el turno de la sopa, la mira con asco.

— No me gusta la sopa. — se niega.

— Tienes que tomarla, tu cuerpo necesita nutrientes y si te doy otra cosa me da miedo que lo vomites.

— Solo es fiebre...

— Cellbit. — Roier suena autoritario. — Toma la sopa.

El rubio se queja, pero lo hace sin chistar. El medicamento empieza a hacer efecto y comienza a sentirse mucho mejor. Las palpitaciones en su cabeza empiezan a ser más leves y el frio desaparece poco a poco, junto con los escalofríos.

— Gracias, Roier. — lo mira, y el castaño nota que está realmente agradecido. — Gracias.

— No te preocupes. — su sonrisa es brillante, parece aliviado cuando se da cuenta que el enfermo se siente mejor.

Y dios, Cellbit podría mirar esa sonrisa todo el día, es hermosa. No quiere aceptarlo ni admitirlo, pero está cayendo poco a poco, en un ritmo demasiado rápido para su gusto. No es bobo, lo entiende perfectamente.

Entiende y ahora sabe que se está enamorando...

ˋˏ ♡ ˎˊ

Second chance | GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora