Epilogo

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En el borde de la ciudad, cerca del hospital, todo saben de la existencia del orfanato. Lo saben, porque todos han hecho, aunque sea una donación allí, para ayudar a las pobres criaturas que, por diferentes cuestiones de la vida, se quedan sin familia o sin padres.

Tanto Cellbit como Roier conocen bien ese orfanato, ya que desde su posición de millonarios han hecho muchas donaciones, y cada mañana cuando van a sus trabajos, sus autos pasan por el frente del viejo edificio rojo en donde siempre hay niños huérfanos vendiendo limonada en la puerta.

No es hasta que Cellbit sale del hospital que empiezan a mirar con otros ojos ese lugar.

Las mañanas siguientes en camino a sus oficinas, los ojos de ambos miran con atención el orfanato, a veces incluso detienen sus autos para hacerlo. Hay algo en ese lugar que los llama.

Cellbit sabe bien que sus hermanas son adoptadas, piensa que tal vez la conexión que siente con ese lugar es explicada por esto, pero Roier no lo entiende.

Lo entiende cuando ve a un par de niños pequeños jugando a las escondidas en la puerta del orfanato.

Roier quiere ser papá.

Y cuando se lo menciona a Cellbit, es él quien se da cuenta lo mucho que quiere ser papá también.

Lo que los lleva a este momento. La pareja entra en el edificio con nervios, agarrados de la mano para poder buscar calma en el toque uno con el otro, pero es poco posible.

No es la primera vez que entran, pero esta vez es diferente. Después de muchas idas y vueltas, hoy por fin podrán ser una familia de verdad.

El orfanato es bastante lindo. Sus ventanas adornadas con cortinas blancas ondean suavemente con la brisa de la tarde, y el sonido de risas infantiles se mezcla con el canto de los pájaros en los arboles cercanos.

Roier casi se pone a llorar al pensar que una de esas risitas tiernas que pueden escucharse puede ser de su hijo, pero se contiene.

La pareja camina por los pasillos hacia la oficina de la trabajadora social, esquivando juguetes de madera desgastados y observando las paredes pintadas con crayolas. Se nota que es un lugar en donde los niños abundan.

Tocan la puerta de aquella habitación, y una mujer anciana de lentes enormes les abre, sonriéndoles cálidamente e invitándolos a pasar. Entran en la oficina y se sientan enfrente de ella.

La mujer los mira con atención, y luego baja su mirada a los papeles que tiene en su escritorio, como analizando algo.

— Ustedes son Roier De Luque y Cellbit Lange. ¿No es así?

— Los mismos. — responde Cellbit, con el corazón en la boca.

No pregunta nada más. Lee algo en sus archivos durante unos minutos. El tic-tac del reloj de la pared parece marcar el compás de los latidos ansiosos de los corazones de Cellbit y Roier. Luego de unos minutos, la mujer suspira.

— Escuchen con atención. — dice, hablando mirándolos a los ojos. — Habíamos encontrado un niño muy bonito y bueno, perfecto para ustedes dos. El tema es que el niño... tiene dos hermanos menores, no los podemos separar. Al hablarle de la cuestión de adopción, se ha negado completamente a dejar a sus dos hermanitos. Si esto resulta un problema para ustedes, tendrán que esperar un poco más.... En caso de que no lo sea, hoy mismo podrán llevarse a los tres hermanitos a sus hogares.

Roier y Cellbit se miran, con sorpresa. Cuando fueron al orfanato, estaban convencidos de que irían a su casa con un solo hijo. Ahora, ante ellos, está la posibilidad de tener tres. ¿Están realmente listos?

Second chance | GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora