21 | muse

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Las palabras de Cellbit aquella noche se graban en la mente de Roier, quien empieza a darle vueltas a la frase todo el tiempo.

"Si alguna vez quieres hablar de algo que te haya pasado, cualquier cosa, te voy a escuchar."

Antes de dormir, se debate todas las noches si debería abrirse a su marido. Roier tiene un sueño frustrado.

Tiene algo que ama hacer, pero no hace desde hace años ya. Desde pequeño, siempre ha amado pintar.

Tenía un talento innato cuando solía hacerlo. El pincel en sus manos se transformaba en una extremidad más de su cuerpo y conseguía hacer las más hermosas obras de arte, pero el tiempo pasa. Lleva años sin pintar nada y tiene miedo de que el tiempo haya matado sus habilidades.

En contra de sus dudas, un día se lo confiesa a Cellbit antes de ir a dormir.

— ¿Sabes que yo solía pintar? — dice, mientras se refugia en el pecho de su esposo, tratando de huir de su mirada.

— ¿En serio? —pregunta Cellbit, somnoliento.

— Si... pero llevo tiempo sin hacerlo...

— ¿Con qué pintabas?

— Me gustaba pintar con acuarelas. — Y no puede seguir hablando, porque Cellbit se duerme.

Roier suspira. Tal vez Cellbit no se acuerde de esa conversación en la mañana y habrá sido igual que nada, pero se siente aliviado de habérselo contado a alguien.

Poco sabe él que Cellbit recuerda todo muy bien si de su marido se trata.

ˋˏ♡ˎˊ

El cumpleaños de Roier llega y una gran fiesta se organiza para celebrarlo. No en la casa de Vegetta, sino en la de la pareja. Solo invitan a amigos y seres queridos.

Todo el mundo se acerca a Roier, le dice unas palabras bonitas y le da un regalo. Él valora todos, pero solo quiere abrir el de Cellbit, quien extrañamente se niega a dárselo cuando le pregunta al respecto.

— Quiero dártelo y que lo abras en privado, guapito. — dice el rubio, con una de sus sonrisas atractivas características de él.

Roier disfruta de la fiesta, pero cuando el fin de la misma llega no se lamenta nada, porque significa que podrá por fin recibir el regalo de su esposo.

Cuando entra a la sala de estar, descubre una enorme caja envuelta con un papel color rojizo y un lazo dorado.

— ¿Lo puedo abrir ya? — pregunta Roier, con emoción.

— Si, ábrelo. Espero que te guste. — responde Cellbit, sonriendo, aunque parece un poco nervioso.

El castaño se sienta en el suelo, desliza la punta del dedo por el contorno del lazo, y rompe el papel del envoltorio, se queda en blanco un par de segundos luego de ver el contenido del regalo.

Es un set de acuarelas profesionales con un par de hojas especiales para pintar con ellas, también lápices.

Son las más bonitas que Roier ha tenido jamás. Siente que entra en un espiral emocional de forma repentina, porque es su regalo soñado de la infancia. Otros niños querían camiones de juguete, legos o pistolas de plástico, él solo quería acuarelas.

Sus ojos se llenan lentamente de lágrimas.

— Mierda, Roier. Lo siento, lo siento... — Cellbit se sienta a su lado y comienza a disculparse.

— No.

— Fue un error, pensé... no sé lo que pensé... que te gustarían, creo. Lo siento...

Es un intento para consolarlo. Roier tarda unos instantes en entenderlo y se acerca a su marido para apoyar su frente en la suya. Le acaricia un poco las mejillas.

Second chance | GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora