Atalanta Prior
El frío apuñalaba cada parte de mi cuerpo violentamente. Estocada tras estocada.
Sentía como algo parecido a la corriente movía ligeramente mi cuerpo, no sabría describirlo a la perfección, pues nunca había estado tan hundida. Mis ojos ardían por el agua salada y mis pulmones enviaban punzadas de dolor, pidiendo oxígeno.
Era de día, incluso podía ver los rayos de sol colarse en el agua, sería una vista hermosa de no ser porque me estaba quedando sin aire.
Traté de nadar para así poder sacar al menos mi cabeza del agua, y lo estaba logrando, mi cuerpo estaba subiendo, sintiendo como la temperatura del agua iba aumentando.
Alcé uno de mis brazos, para comprobar si mis pensamientos estaban en lo cierto, y sí. Mis dedos entraron en contacto con la brisa y el cálido sol. Solo me faltaba un poco de esfuerzo y estaría a salvo.
Un poco más.
Mis piernas dolían y se sentían más tensas que nunca, pero lograron llevarme hasta donde quería. Cuando saqué mi cabeza del agua, mi boca se abrió, instintivamente, para dar paso a todo el oxígeno que tanto necesitaba. Pero fue eso que tanto necesitaba que causó un estallido de dolor en mi interior, conduciéndome de nuevo a la profundidad del océano, para matarme.
...
Al abrir de nuevo los ojos experimenté una mezcla bastante extraña de emociones. Ahí estaban esos puntos de luz en el techo, sabía dónde estaba y me decepcionaba el hecho de que no resultara ser solo un mal sueño. Esto se sentía pesadamente real... así como esa muerte en el mar.
Al menos no estaba muerta.
Estaba apresada en una celda de cristal, sí, pero viva.
Me senté en la misma esquina en la que había estado hace unas horas y adopté la misma posición. Al ver al frente vi a Karan estrujar sus ojos con fuerza, estaba claro que estaba más que molesto. Me quedé observando descaradamente sus movimientos, hasta que este giró un poco la cabeza y me atrapó analizándolo.
Él se limitó a levantar su mano y hacer un saludo flojo con esta, para luego llevar su mirada a otro punto de su celda. Y de pronto fui consciente de que él probablemente llevaba dos meses aquí, y a simple vista parecía cuerdo aún. El chico tenía una fortaleza que yo nunca podría siquiera aspirar.
Quité mis ojos de Karan para ver la celda de Ilán; podría decirse que el pelirrojo era todo lo contrario a Karan. Estaba de pie, con los brazos cruzados, su cabeza y parte de su espalda apoyadas de uno de los cristales, sus mejillas estaban húmedas y su nariz enrojecida, de vez en cuando cerraba los ojos con la menor fuerza posible, dejando salir otras cuantas lágrimas.
Al ver lo afectados que habían despertado ambos supe que la habían pasado tan mal como yo, y eso dejó un vacío en mi pecho. ¿De verdad el resto de mis días serían así? Porque había que ser realistas... los cuerpos de seguridad e investigación de Vesta no tenían ni idea de dónde estábamos o de qué pasaba, y nosotros tampoco. Al menos yo no.
Tres pitidos molestamente fuertes sonaron por todo el lugar, lo que causó que Ilán abriera los ojos de golpe y sonriera.
Luego fueron dos.
Uno...
Los cristales se desvanecieron, y más tarde aparecieron tres de los sujetos con chalecos y armas. Cada uno se posó en la entrada de cada celda, a la espera de algo.
Ilán fue el primero en salir. Uno de los sujetos tomó un pequeño aparato rectangular y lo puso en la parte interior de la muñeca del chico; el dispositivo disparó una luz violeta y pude notar como el chico hacía una mueca de disgusto con sus labios. Fue el mismo proceso para Karan y para mí.
El gesto de Ilán cobró sentido cuando el aparato hizo contacto con mi piel y la luz se encendió. Envío una leve sensación de corriente a cada parte de mi cuerpo.
—Puede caminar, la guiaré —habló él. Sí, era un él.
Los primeros pasos fueron lentos, pues toda mi atención fue robada por aquel espacio. Había cuatro celdas más, en las esquinas del pasillo había cámaras y el piso tenía unas extrañas divisiones donde fácilmente cabría mi mano.
Llegamos al final y solo había un cristal con agarraderas increíblemente toscas y grandes, pero no hizo falta halar de ellas, se abrieron solas, dando paso a otro largo pasillo, pero esta vez iba en dirección ascendente, dando la impresión de ser una rampa.
Me detuve un momento, hasta que vi a Karan a mi lado, este pasó caminando con seguridad, el chico era imperturbable justo en ese momento.
Retomé mi caminata y empecé a ejercer más fuerza al sentir la gravedad intentando echar mi cuerpo hacia atrás. Aquella rampa era bastante larga y en cierto punto peligrosamente inclinada. A los lados solo teníamos paredes blancas, sobre nuestras cabezas un sinfín de pequeños focos y círculos negros con luces rojas que estaba segura de que eran cámaras.
Observé a Karan, bueno su espalda. Él parecía bastante seguro de sus pasos y de lo que se encontraría tras las inmensas puertas de acero que aparecieron frente a nosotros. Y entonces me sentí en la necesidad de seguirlo, pues pensaba que él había sobrevivido durante dos meses en ese lugar, algo tenía que estar haciendo bien.
El sujeto que acompañaba a Karan se adelantó y se paró frente a las puertas, acercando su rostro a una pantalla negra en medio de la separación de estas dos. Se quitó el casco, dejando ver sus largas trenzas entre tonos cafés y amarillos, su piel era oscura y a pesar de su altura y del amenazante traje que lucía, aquella mujer transmitía elegancia y seguridad.
Se inclinó un poco más y la pantalla pareció escanear su rostro... no, su rostro no. Su ojo.
Me costó bastante enfocar la vista luego de que las puertas se abrieran. La luz y el calor del sol no tardaron en colarse en el pasillo, sintiéndose como una caricia.
No podía creerlo, de verdad no. Era solo un gran espacio con grama, un pequeño puente que en realidad no cumplía ninguna función y muchos árboles, que parecían marcar los límites del lugar.
Karan fue el primero en salir.
—Avanza —dijo el hombre a mis espaldas. Obedecí y casi suelto un gritillo de felicidad al sentir el sol sobre mi piel.
Vi a Ilán pasar a mi lado antes de que un golpe seco anunciara que las puertas habían sido cerradas tras nosotros. Me giré abruptamente hacia ellas y las miré como si fuesen la anomalía más extraña que había observada en toda mi vida. Los demás no habían pasado. Solo éramos nosotros tres.
—¿Qué nos harán? —pregunté mientras me giraba de nuevo hacia los chicos.
—Luego de cada sueño nos dejan venir aquí algunas horas —explicó Karan, que se encontraba muchísimo más cerca que Ilán.
Mi mente me llevó a la sensación de ser apuñalada por el agua.
—¿Sueño? —inquirí, acercándome al chico.
—Hace unas horas soñaste que te ahogabas —aseguró, haciéndome retroceder —. Nos... exponen a esa clase de sueños tres días al mes, a pesar de que soñamos lo mismo, cada uno tiene su forma de actuar ante estas situaciones, lo descubrí hace poco, cuando Ilán decidió hablar.
—¿Quiénes? —pregunté rápidamente —. ¿Quiénes los exponen?
El chico se acercó más a mí, tratando de que sus palabras no fuesen escuchadas por no sé quién.
—Ilán y yo la llamamos Darka, hasta ahora ha sido la única persona que realmente ha hablado con nosotros. Es una mujer, unos, ¿diez años mayor que nosotros? —aclaró —. Luego de los descansos ella va a nuestras celdas, nos lleva a una clase de caja metálica, eso al parecer analiza lo que sucede en nuestro cerebro frente a diferentes estímulos. Todo es un experimento.
Observé el perfil del chico, quien ahora estaba viendo hacia las grandes puertas, su expresión era algo severa, pero su manera de explicar había sido suave. La imagen que transmitía no concordaba con su actitud.
—¿Experimentos? —pregunté, cayendo en cuenta de que había sido la frase más surrealista que había oído en toda mi vida.
—Espera a que Darka te busque —dijo y se giró, avanzando hacia Ilán, quien estaba tirado sobre el césped viendo los árboles que nos rodeaban.
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SMOKE
Science FictionHabíamos experimentado el inicio de mil muertes y mil resurrecciones. Todo en tan solo tres minutos. Sí, tres minutos, lo que puede durar una canción feliz y movida; lo que puede durar un beso apasionado; lo que puede durar una persona riendo a carc...