CINCO

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Ilán Trius

—¿Cómo te fue en el último sueño? —preguntó Darka.

Estaba dentro de aquel cilindro de metal, el cual era iluminado por una línea de luces que iba desde lo más alto hasta el suelo, esta se encontraba a mi espalda; en la parte de enfrente solo había un cristal que parecía empañarse cada vez que alguien ingresaba al cilindro.

El cristal empezó a mostrar pequeños puntos grises. Eran pocos, y se movían despacio. Hasta que repasé el sueño que había tenido.

Dolía.

Dolía muchísimo. Nunca había experimentado algo como esa sensación en el pecho; sentía un vacío que de una forma u otra causaba dolor a cantidades inhumanas. El dolor se extendió por cada una de mis extremidades; juro que pude sentir como el agua ingresaba en mis pulmones y luego de un gran rato de agonía, perdí el conocimiento.

Cuando volví a fijarme en el cristal, pude notar como los puntos habían aumentado y se movían de un extremo a otro, violentamente. Incluso podías llegar a pensar que saldrían del cristal y te harían daño.

—Tú sabes cómo me fue —espeté —, morí, como siempre, y sin poder luchar. Mi cuerpo se paralizó.

—El miedo te sigue consumiendo, Ilán —dijo, con esa voz arrulladora —. Y te he dado las herramientas suficientes para luchar contra ello.

Sonreí con amargura, sabía que ella me podía ver.

—Bajo el agua no puedo tomar respiraciones profundas —me burlé, consiguiendo que ella soltara una carcajada —. Y si todo está oscuro se me dificulta ver qué posibilidades tengo de salvarme.

Los puntos volvieron a ser pocos y a menearse con lentitud.

Sabía que buscaría volver a alterarme, de eso se trataban estas sesiones, buscaba mis puntos débiles, escrudiñaba en mis sentimientos y luego sacaba sus propias conclusiones de qué tan fuerte y capaz era.

Sonaba horrible, pero había demostrado tener bases para sacar esas conclusiones, todo era parte de una ciencia, y había logrado leerme tan fácil que no podía dudar de sus conocimientos.

—Bajo el agua tienes otras herramientas, si vuelves a encontrarte en una situación parecida puedes simplemente contar hasta tres, y analizar tu entorno, si tu entorno está oscuro enfócate en las sensaciones, deja actuar a tu instinto, ese es el problema —dijo, provocando que unos pocos puntos subieran muy rápido y bajaran con un poco más de lentitud —, has renunciado a tu instinto. Te dejas controlar por el miedo, y eso te limita más que cualquier otra cosa.

—No tengo nada más que decir —musité, haciendo muecas con los labios, lo hacía cada vez que la conversación llegaba hasta ese punto.

—¿Y qué hay de Atalanta? —preguntó, y provocó que los puntos saltaran, como si los hubiesen asustado. Luego no pude distinguir muy bien su forma, pues había causado una revolución con tan solo mencionar a la chica.

Se suponía que los puntos representaban lo que pasaba en mi mente. ¿Ese era el efecto que tenía Atalanta en mí?

—Eso ha sido todo por hoy —anunció Darka —, puedes irte, Ilán.

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