VEINTIOCHO

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Karan Bennett

Atalanta volvió a su celda luego de incontables horas, lo que le dio descanso a todos los pensamientos fatalistas que había tenido durante todo ese tiempo.

El GAP la dejó en su celda, y se aproximó a la mía. Mi cristal bajó y di un paso adelante.

—Darka lo espera en su consultorio —anunció una voz femenina bajo ese grotesco casco.

Avancé, sin necesidad de que la mujer tuviera que apretar su agarre o amenazarme, como había pasado en casos anteriores. Caminamos hasta el consultorio, y al llegar a la puerta me sorprendí, pues esta ya estaba abierta y eso no solía pasar.

Del consultorio salió una camilla, con un hombre pálido sobre ella y un grupo de doctores alarmados. A ninguna de esas personas les importó mi presencia o la del GAP, pasaron corriendo por el pasillo viendo al frente, sin distracciones.

Si algo había aprendido de ese lugar, era que, así el mundo se estuviese cayendo, había que seguir. A Darka no le importaba nada, ningún desastre, enfermedad o muerte haría que sus planes se frenaran. Eso era lo único que se podía admirar de aquella mujer.

Dejé al GAP atrás y entré al consultorio. Ahí estaba ella, con su cabello rojo y falso, su piel muy pálida, las venas visibles en sus mejillas y ropa que sé que mi madre hubiese aborrecido y tachado de barata.

—Pero si ha llegado mi chico favorito —se burló. Era evidente que aquella mujer no tenía ni idea de cuánto la odiaba, pues me hablaba en ese tono, decía cosas que me rompían los huevos y encima tenía el descaro de sonreír —. Entra al cilindro, guapo, esto será rápido.

No solté ni una sola palabra y obedecí. Entré al cilindro, puse esos condenados parches en mis sienes y vi como se cerraba la puerta, dejándome atrapado, una vez más, a la disposición de Darka.

—¿Cómo te sentiste en la proyección?

—Luego de despertar de esa en donde hiciste que mi piel se cayera, me di cuenta de que no tiene sentido sufrir tanto... no es real —Hice una pausa, donde recordé lo real que se sentía el dolor y lo asqueroso que lucía mi cuerpo. Era casi real —. Por eso la proyección de Atalanta no causó nada en mí.

—Karan mi idea no es que te concentres en sí es real o no...

—Eso lo sé, tu idea es matarnos. Parece que te aburriste de varios hobbies y asesinar es el único que queda por probar.

—Mi idea es que puedan gestionar de la mejor manera sus emociones en situaciones desesperantes o de riesgo —la escuché decir. Asentí para mí mismo y hubo un rato largo de silencio —. Cuando Atalanta se desmayó no estabas tan calmado.

Apreté los puños y me mordí la parte interior de las mejillas, con toda la fuerza que pude, hasta que aquel líquido con sabor metálico invadió mi boca.

—Porque sabía que eso no era parte de la proyección, ella realmente necesitaba asistencia médica —dije, sintiendo como gotitas de saliva caían en mis labios.

—¿Te preocupas por el bienestar de Atalanta? —inquirió, en un tono más suave y soportable.

—Más de lo que esperé —respondí con total sinceridad, ya era hora de aceptar que aquella niña me importaba, de una manera curiosa y lejana a la amorosa.

—¿Por qué?

—Porque estamos pasando por la misma mierda, juntos. Siento una conexión fuerte con Atalanta y puedo asegurar que esa conexión no tiene nada que ver con algún tipo de interés amoroso.

—No —soltó Darka, como si quisiera convencerme de estar equivocado —. Es decir, no lo entiendo. ¿Qué conexión puedes tener aparte de la amorosa? No son familia, ¿o sí?

Reí con sorna.

Imbécil.

—¿No has tenido amigos? No me sorprenderé si me dices que no, no te preocupes.

—Eso fue todo por hoy —dijo, haciendo que su hablar sonara atropellado.

La puerta del cilindro fue abierta y observé por primera vez un gesto humano en el rostro de aquella mujer. Parecía desconcertada y molesta, pero no conmigo.

—No he sabido nada de Leen desde la grabación que enviaste al comedor —comenté, y era consciente de que en mi voz se escuchaba un alto grado de preocupación —. ¿Cómo está ella?

Darka levantó el rostro y algo en ella pareció reiniciarse o borrarse, pues su expresión cambió totalmente y en cuestión de segundos veía ese rostro monótono nuevamente.

—Ah —musitó levantando uno de sus hombros, para demostrar que no le brindaba tanta importancia —. Ella murió ese mismo día, horas después de haber enviado esa grabación.

Mi reacción se tardó en llegar, al parecer me costaba mucho asimilar que lo que ella decía era verdad.

Nunca le quité los ojos de encima, ella tampoco apartó los suyos de mí, de hecho, me veía extrañada, hasta que yo volví a morder la parte interna de mis mejillas y deje que mis ojos se cristalizaran.

Trate de contener mi ira porque mis padres habían criado a una persona correcta, lineal y perfeccionista, pero eché todo eso a un lado cuando recordé que también habían criado a un hombre con ataques de ira y con una incapacidad realmente grande de pensar las cosas dos veces cuando estaba molesto.

Entonces bajé la cabeza y escupí uno de sus tacones blancos, dejándole una mezcla de saliva y sangre en el calzado.

—Púdrete —dije, viendo fijamente su sorprendido rostro antes de abandonar el lugar.

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