Atalanta Prior
El caos había prevalecido, los disparos no habían cesado y mucho menos los gritos y maldiciones. A pesar de todo, las puertas seguían cerradas, dejándonos dentro de una irónica burbuja que nos protegía de todo el desastre que se estaba desatando afuera.
—Todo estará bien —susurró Ilán, y me partió el alma notar que aquellas palabras siempre habían sido para él. La primera vez que nos vimos, él no estaba buscando tranquilizarme, estaba buscando tranquilizarse a sí mismo, y al parecer esas palabras eran lo único que lo hacía salir del bloqueo que le causaba el miedo.
Estaba dispuesta a hablar, pero una explosión que pareció haber sacudido al lugar me interrumpió. Cada uno de los aparatos electrónicos estalló y soltó chispas. Un chillido me hizo saber que la puerta se había abierto, debido a que la cerradura inteligente se había quemado. Me puse de pie rápidamente y a tientas busqué el brazo izquierdo de Ilán. El pelirrojo estaba tenso y respiraba tan rápido que lo más seguro para él era hiperventilar.
—Te quitaré el catéter... tenemos que salir de aquí o nos quemaremos junto a los aparatos —dije, mientras toqueteaba su brazo con la mayor delicadeza posible —. ¿Te sientes capaz de ponerte de pie y salir de aquí?
—Sí... puedo hacer eso.
—Si decías que no tendría que sacarte arrastrado —bromeé, pero el temblor en mi voz dejaba en evidencia cuán asustada estaba.
Saboreé una pequeña dosis de alivio al lograr quitarle la aguja y adhesivo del brazo, pero toda buena sensación terminó cuando la puerta fue abierta por completo y lo único que pude ver fue mi silueta en la pared, debido a que la persona que había entrado a la habitación de emergencias alumbraba a su paso con una linterna.
Me giré inmediatamente y mi mente trabajó duro durante un momento para poder procesar lo que estaba viendo.
Conocía ese uniforme azul rey, el escudo también... se trataba del Cuerpo de Seguridad Oficial de Vesta.
—Necesito que me sigan y no piensen en mirar atrás —dijo y se acercó un poco más. Sus facciones eran rudas y combinaban perfecto con su piel canela; su corte de cabello era estilo militar al igual que su porte —. Soy el soldado Connor Masip, he venido a rescatarlos.
De pronto mi cuerpo y mi cerebro se desconectaron, la sensación era terrible, y para ser sincera, no esperaba nada bueno.
Ilán se levantó de la camilla forzosamente, el soldado Masip lo notó y corrió para ayudarlo. De un momento a otro ya el chico estaba apoyado en el costado del soldado y caminando hacia la salida.
—¿Señorita? —llamó el soldado —. Necesito que se concentre y me siga. Su vida corre peligro, ya debería saberlo.
Sus palabras fueron suficientes, y me hicieron entrar en consciencia. Los seguí hasta el exterior de la habitación, para terminar de sorprenderme al ver a tres soldados más. No los detallé, mis nervios eran bastante grandes y la situación era más que riesgosa.
Trotamos hasta aquellas puertas con la etiqueta roja que Darka había abierto, solo que ya quedaba una mísera parte de ellas. Los cristales estaban regados por el suelo y las luces tenues ayudaban a darle un aspecto terrorífico a la escena.
Pasamos por las celdas con manchas extrañas y terminamos en el largo pasillo por el que había pasado hace unas horas con Darka. El soldado que iba a la cabeza del grupo giró hacia la izquierda, para terminar frente a una puerta blanca, que daba el aspecto de ser corrediza, contaba con la familiar caja de las demás puertas, y ya sabía que se trataba del lector de rostro.
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SMOKE
Science FictionHabíamos experimentado el inicio de mil muertes y mil resurrecciones. Todo en tan solo tres minutos. Sí, tres minutos, lo que puede durar una canción feliz y movida; lo que puede durar un beso apasionado; lo que puede durar una persona riendo a carc...