Atalanta Prior
Cuando llegaron los GAP, con sus uniformes e instrumentos blancos de costumbre y su andar casi robótico, estábamos sumidos en un ambiente bastante tenso. Todos habíamos sufrido y el estar encerrados en un lugar inédito no ayudaba en nada.
Sabía que manejar a Karan sería difícil, pues el chico estaba en su momento más arisco, y no lo juzgaba, no era posible tener una actitud positiva luego de vivir tres meses en esas condiciones.
Debido a las tensas expresiones de Karan pude saber que uno de estos hombres le había hablado, el que iba al frente seguramente. Karan se limitó a escuchar y caminar por el pasillo, en dirección al lugar donde Darka siempre nos esperaba.
Luego buscaron a Ilán, cuando el pelirrojo volvió supe que era mi turno. Hoy Darka podría descocerme, pues estaba tan afectada que no me esforzaría por evitar preguntas.
El cristal que me alejaba de todo, y el que también me mantenía encerrada, desapareció. Observé los seis pares de botas desde el suelo, pues estaba sentada en este, ellos también me observaron y no parecían apresurados, sabían que de igual forma iría a donde ellos quisieran llevarme, sin oponerme.
Así que me puse de pie, lentamente, respiré profundo y caminé, siendo guiada por ellos, una vez más.
Caminé por los inusuales pasillos, alumbrados por franjas de luz ubicadas en el techo, dando la impresión de que estas lo cortaran cada cierta distancia. Llegamos a unas grandes puertas metálicas y se cumplió el procedimiento de siempre, un GAP se quitaba los lentes o cualquier tipo de protección que evitara el contacto del láser de la puerta con los ojos, se paraba justo enfrente del lector, se sentía una vibración algo fuerte en el suelo y luego la puerta era ligeramente abierta.
Todo era parte de mi nueva rutina.
El GAP que antes se había parado frente al lector empujó con esfuerzo la puerta y extendió su brazo hacia el interior del lugar, invitándome a pasar.
Entré al lugar y la puerta fue cerrada a mi espalda, ocasionando de nuevo aquella vibración. Avancé por el pulcro y futurista espacio para por fin encontrarme con Darka. Lucía impecable, como siempre, con una falda lápiz azul y un blazer a juego, zapatos negros relucientes y su cabello rojo perfectamente peinado. Hoy no llevaba accesorios, ni maquillaje, de hecho nunca lo hacía.
—Hola, Atalanta —saludó, mientras mostraba una sonrisa de etiqueta —. Ya conoces el procedimiento, puedes entrar a la cápsula cuando te sientas lista.
Asentí haciendo movimientos con mi cabeza, sin soltar una palabra. Avancé y me planté frente aquella espantosa máquina. Desde pequeña me había encantado estar al aire libre, sentir la brisa, el sol, disfrutaba de olores como el del mar o el olor del campo; por esa razón el estar encerrada en una celda de cristal y de vez en cuando estar encerrada en un cilindro de metal era bastante desagradable, iba en contra de mi naturaleza y lo odiaba.
La puerta del cilindro estaba abierta, ya podía ver los tornillos y la línea de luz de su interior. Miré a Darka ye ella supo interpretar mi mirada, pues se acercó y me tendió los parches. Me los puse y tras pensar en lo horrible que era estar en aquel lugar, entré.
Darka se acercó y cerró la puerta, apresándome una vez más.
Cerré los ojos con fuerza, negándome a ver la pantalla con los condenados puntitos.
—Sabes que estas cosas son breves —habló, al tiempo que yo cerraba los ojos y respiraba más lento y profundo de lo normal —. ¿Cómo te sentiste en el último sueño, Atalanta?
—Me sentí confundida, sentí dolor, mucho dolor... sentí montones de tierra entrar en mi garganta y pulmones —Me tomé un descanso, mientras trataba de controlar mis latidos —. No sé si morí por la tierra o por el golpe de una roca.
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SMOKE
Science FictionHabíamos experimentado el inicio de mil muertes y mil resurrecciones. Todo en tan solo tres minutos. Sí, tres minutos, lo que puede durar una canción feliz y movida; lo que puede durar un beso apasionado; lo que puede durar una persona riendo a carc...