Atalanta Prior
Mi corazón se movió con una rapidez anormal. Las imágenes que presencie habían sido más que traumatizantes, había visto como la piel del pelinegro se caía, pedazo tras pedazo.
Puse mi mano derecha sobre mi pecho e inspiré aire, lentamente, tratando de calmar mi desquiciada respiración. Llevé mis ojos hasta la celda de Karan, o ese fue el plan, pues la presencia de Darka y ese otro tipo me desconcentraron. No entendía qué hacían ahí, ella no acostumbraba a hacerle seguimiento a las proyecciones, por lo que verla parada frente a la celda de Karan, observandolo detenidamente me preocupó a niveles inexplicables.
Karan se puso de pie y golpeó el cristal, viendo fijamente a Darka, podía ver como su boca se movía y estaba bastante abierta, por lo que deduje que estaba gritándole. Su expresión era aterradora, siendo sincera, si me hubiesen dado la oportunidad de estar en el mismo espacio con el en ese momento, la hubiese desaprovechado, por más sola y aterrada que me sintiera.
El chico siguió en su ataque de ira, hasta dejar manchas de sangre en el cristal... se había roto los nudillos y el vidrio estaba intacto.
Al ver la sangre del chico chispeada frente a él, recordé lo desagradable que se veía la peculiar baba que caía de sus heridas en los últimos segundos de la proyección y como su cuerpo temblaba debido a la necesidad que sentía de calmar el dolor.
Él sufrió como nadie, estaba en todo el derecho de querer destruir todo a su paso.
Darka lo veía fijamente, no podía ver sus ojos, pero seguro estaba analizándolo como a un ratón de laboratorio, lo que hacía que la ira de Karan aumentara a niveles incontrolables, pero a aquella mujer no le importaba, de hecho, me atrevería a pensar que disfrutaba de vernos desesperar y lo comprobé cuando, luego de minutos de observar cómo Karan apretaba su mandíbula con furia, se canso y avanzó por el pasillo, abandonándolo junto a su acompañante.
Una vez que ambos desaparecieron de mi campo visual, retrocedí, y me senté al borde de mi cama. Por alguna desconocida razón, sentía que le habían dado pausa a mi vida, justo ahí, en ese preciso instante. Me quedé casi inmovil, pensando en lo que había sucedido durante los últimos meses, desde el inicio del año hasta hoy, que la verdad no sabía qué dia era, o en qué fecha nos encontrábamos, había perdido la cuenta desde que Maia llegó.
Maia...
Mierda.
Giré mi cabeza hacia la celda de Maia. Estaba impecable, con las sábanas de la cama perfectamente dobladas, y el suelo tan brillante como para poder ver tu reflejo en él; lucía así desde la muerte de la chica, y suponíamos que mientras nosotros no estábamos en las celdas el personal de limpieza había venido a limpiar todo lo que Maia pudo haber tocado. Lo mismo pensaba de la celda de Leen, pues ella sí dejó un verdadero desastre.
Volví la mirada a mis pies, los cuales lucían las mismas Crocs aterradoramente pulcras. Mi mente funcionaba algo lento, y no paraba de hacerme pensar en que era la única chica sana o viva que quedaba en aquella fila de celdas. Y aunque mis pensamientos estaban algo estancados y las imágenes pasaban de manera lenta, sabía que no podía estar tanto tiempo en ese estado, en aquel lugar era imposible.
Supe que tenía razón cuando las luces se apagaron sin previo aviso, sumiéndonos en completa oscuridad. Mi respiración pasó de ser pausada a estar entrecortada, por unos segundos fui incapaz de mover ni un dedo, pero la voz de Ilán me dejó más que claro lo que podría pasar a continuación.
—Chicos...¿pueden escucharme? —Las palabras habían salido de su boca de forma temblorosa.
—Salgan, ya mismo —ordenó Karan, dando por sentado que ya todos sabíamos que pasaba: los cristales estaban abajo.
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SMOKE
Science FictionHabíamos experimentado el inicio de mil muertes y mil resurrecciones. Todo en tan solo tres minutos. Sí, tres minutos, lo que puede durar una canción feliz y movida; lo que puede durar un beso apasionado; lo que puede durar una persona riendo a carc...