Atalanta Prior
—¿Ilán? —susurré, acercándome cada vez más —. ¿Querías verme?
El chico hizo una mueca con la boca, sin abrir los ojos, también frunció el ceño demostrando que algo le incomodaba o le dolía.
—Necesitaba hablar contigo —musitó, sus palabras salieron de su boca de manera lenta y pausada, dejando bastante claro el esfuerzo que hacía para poder hablar —. Darka ha dicho que están en peligro.
Me acerqué un poco más, sintiendo ese vacío desagradable en la parte más alta del estómago.
—¿Quiénes están en peligro?
El chico soltó una respiración profunda y forzosa. De lejos podías notar lo débil o sedado que estaba, y me sentía terriblemente culpable, pues él había buscado una señal en mis ojos antes de decidir si salir de su celda era una buena idea, y ahora estaba en una zona de emergencias de quién sabe qué lugar.
—Ellos... su gente —respondió, en un tono casi inaudible —. Los escuché hablar sobre como la alarma que sonó hace horas los había expuesto. Rompí una clase de campo al lanzar la Crocs de Karan y ahora los cuerpos de seguridad tienen su ubicación o algo parecido.
Podría jurar que en ese preciso momento sentí miles de hormigas caminar por mi cuerpo, y si, para otra persona esa sensación pudiese ser causa de escalofríos y pensamientos desagradables, pero para mí era lo más satisfactorio del mundo, pues así se sentía la esperanza.
—Podrían sacarnos de aquí, Atalanta —susurró, demostrando que habíamos llegado a la misma conclusión. Esperábamos el mismo resultado.
Sonreí y tomé su mano, estaba fría y eso me inquietó un poco, pero no me inquietó más que los pensamientos que cruzaron mi mente en ese momento.
—¿Por qué pediste hablar conmigo y no con Karan? —inquirí —. Ustedes parecen ser más unidos.
El chico abrió los ojos con lentitud y sonrió de lado, si a eso se le podía llamar sonrisa, pues su estado de salud hacía ver esa sonrisa como una mueca de dolor. Pestañeaba lentamente, y cuando logró fijar su mirada en mi rostro sus mejillas se ruborizaron.
—Darka sabe... cosas que nadie más sabe —Si anteriormente se le había complicado hablar, decir las últimas palabras había sido casi imposible —. Si pedía ver a Karan podía dudar, contigo jamás dudaría. Me sobran razones para querer verte, Atalanta.
Aflojé el agarré de mi mano, por impulso. No sabía exactamente a qué se refería y mucho menos sabía cómo reaccionar a sus palabras.
—Lamento decir que no estoy entendiendo —dije, evitando su mirada; el ambiente no se había vuelto incómodo, pero sí había una clase de tensión que jamás podría definir —. Pero puedes aclarar mis dudas luego, creo que lo mejor es que no hables más de lo necesario, tienes una herida que debe sanar y estás haciendo un esfuerzo bastante grande para hablar.
Él solo asintió y haló de mi brazo, obligándome a inclinarme sobre él, entendí su gesto y me acosté con delicadeza a su lado. Para nadie era un secreto que Ilán era bastante sentimental y expresivo, y no creía que era débil, pero su forma de ser me incitaba a querer cuidar de él siempre y cuando estuviese en mis manos, así que me quedé ahí, sin pensar en lo demás.
...
Karan Bennett
Darka se había llevado a Atalanta y no podía pensar en otra razón. Sabía que íbamos a tener una clase de castigo luego de intentar escapar y la única que se salvaría sería la nueva.
Maia también parecía bastante preocupada, y sabía lo que la chica estaba esperando: que vinieran por el siguiente. Sonaba jodidamente ridículo, pero si no les importaba apresarnos de esta manera tampoco les importaría mutilarnos.
Por otro lado, la chica nueva aún estaba en una clase de shock, y lo único que hacía era detallar cada objeto que se encontraba en su celda. No había llorado, gritado, tampoco había hecho gestos de angustia o miedo. Era totalmente opuesta a Maia, y eso solo la volvía aterradora, por esa razón había decidido no observarla tanto, a pesar de que lo poco que había visto de ella me parecía atractivo.
Debido a nuestro gran fracaso de escape, no teníamos sillas en las celdas, pues estas se habían doblado gracias a la fuerza que ejercían los cristales sobre ellas. Por esa razón recurrí a acostarme boca arriba en la cama, con las piernas dobladas y mis rodillas apuntando hacia el techo. Odiaba sentirme inútil y no poder hacer más que esperar a que Darka decidiera qué hacer conmigo, o con todos nosotros, pero no me quedaba otra opción.
Cerré los ojos e inspiré lentamente, pude haberme relajado, de no ser por ese olor tan familiar y nauseabundo.
Al abrir los ojos nuevamente pude observar los grandes y agresivos bucles de humo negro, moviéndose por todos lados; aunque el fenómeno fuese bastante denso aún podía ver a través de los cristales, eso me permitió ver las celdas de las chicas, llenándose de humo, al igual que la mía.
Si alguien de ahí me preguntaba por qué reaccionaba de una manera tan caótica al humo negro y al blanco no, mi respuesta sería clara: el humo negro traía consigo un olor insoportable, que te hacía sentir que tus órganos se incendiaban, se metía en tu piel sintiéndose como millones de dagas apuñalándote el cuerpo y tu mente enloquecía.
El humo blanco solo lograba marearte y dormirte.
Las diferencias eran abismales.
El oscuro humo jugó con mi organismo y cordura una vez más, pero esta vez fue peor, porque mi mente no podía dejar de pensar en por qué nos hacían pasar por esto tantas veces en un mes, sin pausas ni reposos, por qué había ingresado una chica tras otra, sin respetar el plazo de tiempo que antes habían respetado y, por qué Ilán y Atalanta no estaban en sus celdas.
Otro viaje de preguntas atacó mi mente, ninguna de ellas tenía respuestas.
De un momento a otro pude sentir como mi ropa y piel se quemaban. Había comenzado el sueño.
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SMOKE
Science FictionHabíamos experimentado el inicio de mil muertes y mil resurrecciones. Todo en tan solo tres minutos. Sí, tres minutos, lo que puede durar una canción feliz y movida; lo que puede durar un beso apasionado; lo que puede durar una persona riendo a carc...