11|Algunos años.

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Diez años habían pasado desde que el pequeño Ibrahim llegó al mundo, marcando un cambio en la dinámica del palacio

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Diez años habían pasado desde que el pequeño Ibrahim llegó al mundo, marcando un cambio en la dinámica del palacio. Durante este tiempo, las tensiones y el miedo que  sentía hacia Ibrahim, mi hermano menor, se mantenían fuertes. La ausencia de la Valide Handan Sultan, quien falleció en esos años, dejó un vacío en el corazón del palacio.

A pesar de los años transcurridos, Handan y yo nunca logramos cerrar nuestras diferencias. La distancia entre nosotros se volvió un abismo insalvable, lleno de malentendidos y resentimientos que persistieron hasta el final de los días de Handan Sultan. Su partida dejó un vacío en mi corazón, pero también una sensación de pesar y frustración por no haber resuelto nuestras diferencias antes de su fallecimiento.

El resentimiento creció en mi interior, como una llama alimentada por la falta de cierre. Nunca llegamos a comprendernos mutuamente, y la posibilidad de reconciliación se desvaneció con la desaparición de Handan Sultan. Su ausencia en mi vida dejó una sensación de pérdida y una carga emocional no resuelta.

Mientras enfrentaba la realidad de su muerte, recordaba con pesar todas las oportunidades perdidas para entendernos y encontrar algún tipo de conexión. Las grietas en nuestra relación no pudieron ser reparadas, y la falta de reconciliación dejó una marca indeleble en mi corazón.

Mi madre, Kosem Sultan, continuaba gobernando con firmeza, pero la ausencia de Handan dejó una brecha que nunca pudo ser completamente llenada. La atmósfera en el palacio se volvió más densa con el tiempo, cargada con secretos, rivalidades y la sombra del pasado.

Mientras tanto, Ibrahim, aunque mi hermano menor en términos de linaje, representaba un recordatorio constante de un matrimonio que nunca fue feliz y de un hombre al que temí durante muchos años. La elección del sultán reinante de darle a mi hermano el nombre de mi exmarido no hacía más que avivar el resentimiento y la incomodidad en mi interior.

A medida que el tiempo avanzaba, observaba cómo Ibrahim crecía y se desarrollaba en el palacio, mientras yo mantenía una distancia cautelosa.

En la suave luz del atardecer, Mehmed se acercó a mí con una sonrisa juguetona en el rostro.

—Turhan, ¿qué te parece si practicamos un poco más con los caballos? Creo que podríamos mejorar nuestras habilidades juntos —sugirió, mostrando entusiasmo en sus ojos.

Le miré con una sonrisa leve y me aparté un mechón de cabello que se había soltado de la coleta alta que llevaba.

—Mehmed, ya hemos practicado lo suficiente por hoy. No quiero que agotes a los caballos ni a ti mismo —respondí con amabilidad, mientras me movía con gracia para acomodar mi vestimenta.

El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, teñiendo el cielo con tonos cálidos y dorados. Aunque disfrutaba de nuestros momentos de entrenamiento, también entendía la importancia de establecer límites y cuidar de la salud de los caballos y de Mehmed.

¿¡Soy tu hija?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora