quella mañana, Murad y yo caminábamos de la mano por los pasillos del palacio otomano. La frescura del amanecer y la risa juguetona de Murad creaban un ambiente ligero a nuestro alrededor. Nos dirigíamos al comedor, donde el sultán Ahmed y el resto de la familia nos esperaban.
Tomamos asiento, y la curiosidad brillaba en los ojos de Murad mientras esperábamos a que mi padre, el sultán Ahmed, compartiera el mensaje que nos había convocado.
Mi padre ingresó a la sala con seriedad, seguido de cerca por Osman y Mahfiruze. La tensión se apoderó del ambiente mientras aguardábamos sus palabras.
─ Mi familia ─ comenzó mi padre, tomando asiento con solemnidad ─, he llamado a esta reunión para abordar un asunto importante. Pero antes de hacerlo, necesito que ambos lados se comprometan a escucharse y trabajar juntos por el bienestar de nuestra familia y del imperio.
Asentí con seriedad, consciente de la complejidad de las dinámicas familiares que se desplegaban ante nosotros.
─ Ahora, el motivo de esta reunión ─ prosiguió mi padre ─. He decidido que la Sultana Halime y sus hijos regresen a la capital. Es hora de que la familia se reúna y restablezcamos la unidad que ha sido afectada por demasiado tiempo.
La noticia resonó en la sala, dejándonos a todos en un silencio momentáneo. Intercambié miradas con Kosem y Mehmed, tratando de discernir sus sentimientos frente a esta decisión. La reunión familiar prometía desafíos, pero también la oportunidad de sanar heridas y forjar un nuevo camino juntos.
Mientras la noticia de la reunión familiar se asentaba en la sala, Murad, con sus ojos curiosos, tomó mi mano y me hizo una señal para inclinarme hacia él. Asentí suavemente y me incliné para escuchar lo que quería decirme.
─ ¿Es cierto que nuestro tío, el Sehzade Mustafá, está loco? Hay muchos rumores al respecto ─ preguntó Murad en un susurro apenas perceptible. Su voz reflejaba la inocencia de un niño que intenta entender el mundo que lo rodea.
Negué ligeramente con la cabeza, tratando de abordar la pregunta de Murad con cuidado.
─ No sé con certeza, Murad. A veces, la gente habla y se inventa historias. Lo importante es que debemos tratar a todos con respeto y compasión, independientemente de lo que se diga ─ respondí en un tono calmado.
Después de que Murad asintiera afirmativamente, el desayuno continuó su curso. Poco después de darlo por terminado, la atmósfera de la sala cambió cuando Halime, la concubina del antiguo Sultán y padre de Ahmed, hizo su entrada acompañada por la sultana Dilruba y el Sehzade Mustafá.
Kosem y Halime entablaron una conversación cordial, mostrando respeto mutuo en sus palabras. Pude percibir el esfuerzo por establecer una conexión que contribuyera a la armonía familiar que se buscaba restablecer.
Dilruba y yo nos encontramos en una conversación que, desde el principio, estaba marcada por la tensión. Su comentario sobre el Palacio de Topkapi resonó en mis oídos de una manera que no podía pasar desapercibida.
─ Parece que el Palacio de Topkapi no ha cambiado en nada ─ dijo Dilruba con un deje de desdén. ─ Lo único que ha cambiado es que ahora hay más príncipes que antes.
Su expresión de disgusto no pasó desapercibida para ninguno de nosotros. La realidad de la competencia por el trono estaba presente en cada rincón del palacio, y las palabras de Dilruba lo dejaban claro.
En respuesta, forjé una sonrisa, tratando de mantener la compostura a pesar de la tensión en el aire. ─ Ciertamente, la llegada de nuevos miembros a la familia imperial es una señal de la prosperidad del imperio. Más príncipes pueden significar una nueva era de fortaleza y unidad para nuestra dinastía ─ dije con un tono diplomático, ocultando las complejidades que se escondían detrás de esas palabras.
Dilruba me miró con una sonrisa astuta, como si estuviera evaluando cada una de mis palabras.
─ Es cierto que los príncipes desempeñan un papel importante en el manejo del imperio. Sin embargo, siempre pueden ocurrir imprevistos, como epidemias, y todos podrían estar en peligro ─ comentó Dilruba con una expresión calculada.
Mi respuesta fue una sonrisa firme, mi mirada reflejando una determinación que no dejaba espacio para la incertidumbre.
─ Solo los más débiles mueren en epidemias ─ respondí con una seguridad medida. Era un recordatorio de la fortaleza que se requería para liderar en un mundo lleno de desafíos. La política del palacio era un juego peligroso, y cada uno de nosotros debía demostrar su resistencia en medio de las adversidades.
El intercambio de palabras marcaba una danza sutil de rivalidad y estrategia. Dilruba y yo compartíamos sonrisas que ocultaban la posible guerra que armaríamos en caso de que mi padre él sultán Ahmed falleciera.
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¿¡Soy tu hija?!
Historical FictionKösem y Turhan, históricamente las mujeres mas poderosas del imperio otomano. De igual modo, es bien sabido que ambas eran enemigas, aunque en un principio no fue así... ¿Que hubiese pasado si Turhan fuese hija de Kösem? ¿Se seguirían odiando? ¿Y si...