15

18 1 1
                                    

Los siguientes días continuaron con normalidad.
Jimin y Hanna no habían vuelto a discutir ni a acostarse.
Parecía como si esa noche hubiese sido un premio de consolación para Hanna por su pataleta.
Ella estaba inquieta, Jimin siempre había sido muy activo sexualmente. Si no se aliviaba con ella, lo hacía con Leila?
Hanna no quiso seguir con esa línea de pensamientos que solo la hundían en la miseria y le robaban toda la confianza en sí misma y en su pareja.
Pero no pudo evitar fijarse en todos y cada uno de sus gestos.
Jimin no parecía muy cariñoso con Leila, pero tampoco lo estaba siendo con Hanna.
Parecían tres amigos compartiendo casa, sin conflictos entre ellos. Una vida tranquila y rutinaria, aunque Hanna se sentía cada vez más tensa.
Conforme iba avanzando el embarazo de Leila, las visitas médicas eran más frecuentes y Jimin la acompañaba a todas ellas.
Los celos de Hanna cada vez eran peores, ya no soportaba compartir tiempo con ellos , le molestaba cada gesto de amabilidad entre ellos.

Pensó que quizás necesitaba un fin de semana lejos de ese ambiente. Decidió hablarlo con Jimin, que en ese momento estaba preparando la cena, mientras Leila estaba en su cuarto, guardando las últimas compras que habían hecho para el bebé.

- Jimin, podemos hablar?

- Claro cariño, dime- le contestó con una sonrisa.

- En mi empresa tenemos bonos descuento para un hotel spa cerca de aquí y había pensado coger uno para esta fin de semana.

- Oh nena, sabes que no podemos, Leila no puede meterse en un spa con el embarazo tan avanzado.

- No había pensado que viniera Leila- dijo Hanna apartando la mirada y bajando la voz.

- Vamos Hanna, otra vez con esto no, sabes que no podemos dejarla sola, podría pasar cualquier cosa.

Una vez más, Hanna sintió que perdía en su batalla interna contra Leila.

- En realidad Jimin, estaba pensando en ir sola, me he acostumbrado a hacer las cosas por mi misma estas últimas semanas.

- Por qué dices eso Hanna? - Jimin soltó la espátula que tenía en sus manos con fuerza contra la encimera.- Por qué quieres alejarte? Acaso no estoy pasando más tiempo en casa que nunca? Yo me esfuerzo Hanna, por qué no puedes esforzarte tu?

Hanna no podía creer lo que estaba escuchando. Iba a responderle cuando Leila apareció en la cocina.

- Hola!! Está lista la cena? Aquí hay dos muertos de hambre- Dijo mientras se frotaba la barriga.

- Por supuesto Leila.- Jimin cambió su semblante serio y le dio una sonrisa amable.- Siéntate junto a Hanna y ahora mismo os sirvo la cena.

Comenzaron a cenar, Jimin y Leila hablaban de cosas sin importancia mientras Hanna estaba perdida en sus pensamientos.
Jimin la había acusado de no esforzarse por su relación. Era cierto? Ella sentía que hacía un esfuerzo enorme cada día por aguantar esa sensación tan dolorosa. Sería cierto que podía hacer más de lo que hacía y tener una actitud diferente? No se veía capaz, pero tampoco quería perder a Jimin. Tan difícil era para él entender que lo echaba de menos? Que necesitaba sentir que ella seguía siendo su prioridad?

Decidió parar, si seguía pensando así acabaría por ponerse a llorar y ambos se darían cuenta.
Decidió prestar atención a la conversación.
Fue un error.

- Pues a mí me gusta el nombre de Dasom, siempre me ha parecido un buen nombre para niño - dijo Jimin mientras comía tranquilamente.

- Mmm no, lo he pensado y lo tengo bastante claro. Se llamará Jimin, que todo el mundo sepa que es tu primogénito. Que mi hijo lleve con orgullo el nombre de su padre. - Dijo Leila con una sonrisa.

Hanna creía que se estaba volviendo loca, le pareció que Leila dijo eso burlándose de ella, dedicándole una sonrisa cargada de maldad al acabar de hablar.
Sintió que se quedaba sin aire.
Intentando disimular, recogió su plato, lo dejó en el lavavajillas y se fue a su habitación.
En cuanto llegó, se encerró en el baño y vomitó todo lo que había comido ese día.
Cada palabra de Leila se le clavaba en el pecho. Su hijo siempre sería el primogénito de Jimin, los que pudiese tener con ella, nunca serían igual de importantes.
Se acercó como pudo hasta la cama y se tumbó en la oscuridad. Se sentía mareada y sin fuerzas.
Ni siquiera era capaz de dormir, solo permanecer allí tumbada, llorando en silencio.

Horas después, cuando Jimin llegó a la habitación, ella seguía despierta pero disimuló.

- Estás dormida? Por favor, no te vayas sola a pasar el fin de semana. Quédate en casa conmigo.

Le dio un beso en la cabeza y se acostó.
Una vez que Hanna lo escuchó respirar pausada y profundamente supo que se había dormido. Y en ese instante se permitió volver a llorar.

Le habían emocionado sus palabras, él la quería a su lado, necesitaba que estuviese cerca.
Pero al mismo tiempo le hicieron sentirse enfadada consigo misma. Ahora se conformaba con las migajas de su cariño.

Y sin duda, él sabía usarlas para manipularla.

Imperdonable park jimin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora