25

20 1 0
                                    

Hanna

Poco a poco se iba acomodando a su nueva vida.
Encontró un pequeño apartamento cerca de un parque.
No era gran cosa, apenas dos habitaciones, un baño, salón-cocina. Pero suficiente, para ella y su hijo. Era luminoso y la zona tranquila, con vistas al pequeño parque donde ya se imaginaba jugando con su bebé.

Arregló la situación con su empresa para teletrabajar. No tuvo ningún problema, puesto que su trabajo solo necesitaba n ordenador y su creatividad.
Tan solo necesitaba acercarse a la oficina de forma esporádica para alguna reunión con clientes.

Cómo Jimin no dejaba de llamarla y el resto de sus conocidos empezaban a preocuparse por su paradero, decidió cambiar su número. Antes mando un mensaje de difusión a todo el mundo.

" Por favor, no os preocupéis, estoy perfectamente bien. Necesito un tiempo para mi, pero pronto me pondré en contacto con todos. Sed felices."

A pesar de que todo empezaba a rodar, seguía triste a diario. Cada noche lloraba, pensando en Jimin y en su bebé, en la feliz familia que podrían haber sido si él no la hubiese cagado en Japón.
Se enfadaba con él y maldecía continuamente, pero al intentar dormir, eran los recuerdos bonitos los que la acompañaban.

Jimin

Iba a diario a la oficina de Hanna, a distintas horas para intentar encontrarla. No servía de nada que cada uno de los recepcionistas le dijesen que ella no estaba trabajando de forma presencial, seguía insistiendo para verla.

Se sentía patético, pero aún así repetía cada día, al menos un ratito, para sentir que seguía esforzándose por ella, por demostrarle cuánto la quería y cuánto la necesitaba.
Pero también se enfadaba, cuando recordaba lo cobarde que había sido al huir y dejarlo solo.
Sus sentimientos eran contradictorios, pero predominaba su necesidad de verla, aunque fuese de lejos.

Pero cada día le costaba más encontrar el momento.
Se acercaba la fecha prevista de parto, desde que Hanna se había ido, se habían acabado las falsas alarmas, lo que lo enfurecía muchísimo, Hanna tenía razón y él no había sabido verlo.
Se tragaba esa frustración para evitar enfrentarse a Leila en su estado.

Pero las cosas se habían enfriado entre ellos.
Desde la ruptura con Hanna, Leila había doblegado la presión sobre Jimin, continuamente había buscado el contacto e intimidad entre ellos. Una noche incluso había intentado besarlo.
De nuevo, Hanna tenía razón.
Jimin la rechazó bruscamente, no soportaba el contacto de alguien que no fuese Hanna, a pesar de la ruptura, sentía que tocar a otra mujer sería traicionarla.
Y volvía a sentirse patético de nuevo, siéndole fiel a su ex novia que lo dejó por haberle sido infiel.
Un bucle estupido y sin sentido que lo alteraba y consumía sus nervios.

Durante un tiempo, llamarla y dejar mensajes en su buzón de voz, era un consuelo, podía desahogarse y decirle lo que sentía. Pero un día, un mensaje estándar y su teléfono dejó de funcionar.
Y fue otro golpe más para su poco ánimo. Cada pequeña esperanza le era arrebatada.

Imperdonable park jimin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora