VII

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Sal de aquí.

Luego de una hora, llegamos a la mansión y yo aún estaba en los brazos de Carsten, abro los ojos y me siento, salimos del auto y entramos a la casa, llevo los tacones en las manos y me duele un tobillo porque me lo había torcido cuando tropecé con uno de los cuerpos que habían en aquel salón.

Me siento mareada y con nauseas. Salgo disparada para el baño, dejando a Carsten atrás. Cuando llego al baño subo la tapa del retrete y vomito todo lo que había en mi estómago.

Carsten llega y me agarra el pelo mientras me soba la espalda, me levando y me dirijo al tocador para lavarme la boca mientras Carsten sigue ahí, observándome. Cuando me lavo la boca y la cara, cierro la llave, me dispongo a salir del baño pero me da un mareo y casi caigo de no ser por Carsten, que me sostiene rápidamente para impedir que me caiga al piso.

Me reincorporo y cuando intento dar un paso me vuelvo a marear pero Carsten me tiene agarrada de la cintura. Al ver que no puedo caminar por si sola, me carga hasta llegar a mi habitación, me recuesta en la cama y se sienta a mi lado.

—¿Te encuentras bien? -pregunta un poco preocupado.

—Me duele la cabeza y me siento un poco mareada pero fue por el alcohol, bebí un poco de mas -contesto sentándome en la cama.

—Gracias por lo de hace rato. De no ser por ti me habrían disparado -dice con voz suave.

Me cruzo con esos ojos que me hipnotizan y me pierdo en ellos. No me canso de ver esos misteriosos ojos vacíos, son hermosos, pero no hay nada en ellos, no logro encontrar nada en ellos, por ahí dicen que los ojos son el reflejo del alma, pero no logro ver nada allí.

—De nada -respondí dándole una sonrisa —era tu vida o la de él, y sin ti me hubiesen matado -digo riendo.

Trato de bromear un poco después de haber llorado como niña por lo que pasó.

A Carsten se le escapó una risita y me sonrojé al verlo sonreír -¿ya había dicho el efecto que tiene su sonrisa en mi? -bajo la cabeza con un poco de vergüenza, no puedo negar que se me hace atractivo pero no puedo dejar que él note que me gusta.

—Buen punto, pero no dejaste que me mataran porque no podrías vivir sin mi -dice sonriendo de nuevo -tal vez crees que no sé que te gusto.

La sangre se me acumula en las mejillas y desvío la mirada para que no vea lo que había causado en mi sus palabras.

—¿Que dices? Ay por favor, no creas que soy como con las que te metes -respondo dimitiendo que estoy un poco enojada.

—Sabes muy bien lo que te digo, no te hagas la que no sabe -dice riendo —no serás como ellas, pero si quieres que te folle.

—Cállate, deja de decir estupideces y sal de aquí, quiero dormir, tengo mucho sueño -digo bostezando falsamente.

—Está bien, me voy, pero cuando dejes de ser tan orgullosa me vas a pedir que te folle hasta que no puedas más -me dice parándose de la cama con una sonrisa.

—Sal de aquí -digo acostándome nuevamente.

Carsten se ríe y sale de mi habitación cerrando la puerta detrás de él. Es tan imbécil pero sigue siendo estúpidamente hermoso.

Si quiero que me folles duro, Carsten.

Me estoy volviendo loca por este hombre, oh Dios. Primero estoy en un mar de lagrimas por un suceso un poco traumatizante y a las dos horas estoy aquí, pensando en el sexi y hermoso hombre de ojos lindos que acaba de salir de mi habitación luego de decirme que yo le voy a pedir a él que me folle. En una sola semana ha logrado dejarme babeando por el. Sus ojos, Su sonrisa que me transporta a otro mundo, sus tatuajes que lo hacen ver malo y jodidamente sexi, esos trajes que siempre usa, simplemente el, me trae loca.

Vendida al Rey de la Mafia ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora