IV

861 41 3
                                    

Comienza el trato.

Estoy en el balcón de mi habitación sentada, agarro el teléfono que Carsten me dio hace unos minutos y le marco a mi mamá.

—Hola, ¿quién habla? -escucho la voz de mi mamá y la alegría no me cabe en el pecho.

—Hola mamá -digo aguantándome las lagrimas.

—Hadley, ¿Cómo estás? ¿Qué te pasó que no respondías los mensajes ni te comunicaba con nosotros? -pregunta preocupada.

—Mamá, no te preocupes, estoy bien. Cuando salí a la ciudad me asaltaron y me llevaron el teléfono y no tenía nada más por donde hablarte -mentí para no preocuparla más.

Después de un largo rato me despido y cerramos la llamada. Entro a la habitación y me acuesto para dormir un rato, ya que estoy aburrida y no tengo nada que hacer además de caminar por la solitaria mansión, cosa que ya estaba cansada de hacer.

Carsten

—Imbécil -me dice y sale de mi oficina.

—Adiós, hermosa -le digo riendo.

Vas a ser mía por tu propia voluntad, hermosa.

Salgo de la oficina para ir al almacén, donde tienen al traidor que ayudó para que se robaran mi mercancía. Ya casi estoy llegando al almacén y no me saco a Hadley de la cabeza.

Esa mujer me trae loco.

llego al almacén y mis hombres me abren las puertas desde que me ven. Cuando entro veo al traidor en el medio del almacén atado a una silla.

—Así que eres tú la rata traidora -digo acercándome a paso lento —más vale que cooperes y te portes bien. Ahora dime, ¿quién te pagó para que me traicionaras?

—Primero muerto antes que decirte algo a ti, hijo de puta -dice escupiéndome.

Agarro una navaja y me abajo hasta quedar a la altura de la silla. Le clavo la navaja lentamente en una pierna y disfruto sus gritos de dolor.

—Vuelvo a preguntar, ¿quién te pagó para que me traicionaras?

No dice nada y sigue gritando de dolor. Le doy vueltas a la navaja que aún se encuentra incrustada en su pierna y escucho como sale un grito de dolor desgarrador. Saco la navaja y hago lo mismo en su otra pierna, sigue gritando pero ahora más alto.

—¡Está bien! Te diré pero no sigas, por favor -ruega.

—¿Quien fue? -pregunto y me empino.

—Fue Marino Greco -confiesa lloriqueando como niño por lo cortes en sus piernas —no me mates, por favor, ten piedad de mí -ruega llorando como un crío.

—No tiene caso que me pidas piedad, ya sabes cómo funciona esto, la traición se paga con la muerte -le digo dándome vuelta.

Saco mi arma de mi pretina y le disparo en la cabeza matándolo inmediatamente.

—¿Para que se meten conmigo si saben como van a acabar? –digo soltando una risa sin gracia —mi querido amigo, voy por ti, Marino Greco.

Vendida al Rey de la Mafia ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora