𝐻𝑖𝑐𝑒 𝑑𝑒 𝑎𝑚𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑢𝑛 𝑑𝑒𝑝𝑜𝑟𝑡𝑒 𝑠𝑎𝑛𝑔𝑟𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜
𝑁𝑜 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑜 𝑔𝑎𝑛𝑎𝑟
𝐴𝑠𝑖́ 𝑞𝑢𝑒 𝑗𝑢𝑔𝑢𝑒𝑚𝑜𝑠***
Los ojos de Yeha estaban a punto de ponerse en blanco. Hangun aprovechó el momento y lentamente relajó su agarre. No tenía intención de hacer la vida de Yeha más fácil.
"¡Cough! ¡Cough!"
El pecho de Yeha se agitó violentamente y tragó aire. El aire duro como una piedra se precipitó por su garganta. Las náuseas aumentaron. Los jugos gástricos amargos mojaron su esófago.
Mientras Yeha se arrastraba por el suelo, intentando llenarse de aire, sin decir una palabra Hangun le dio la vuelta y le quitó los pantalones. Eran de andar por casa, así que no hubo molestia en desabrocharlos. Los pantalones se deslizaron hacia abajo sin ningún obstáculo, dejando al descubierto las regiones inferiores de Yeha. Horrorizado, Yeha se arrastró hacia delante, zafándose del agarre de Hangun.
"¡No! ¡Cough! ¡NO!"
"..."
Pero Hangun no tenía respuesta. Arrastrando la hebilla de sus pantalones, agarró las caderas de Yeha. Colocó su grueso pene entre sus nalgas. La respiración de Yeha se detuvo y su espalda se arqueó.
"Maldito imbécil ¡¡AAAHH!!"
Pero Hangun era como un bulldozer roto. Excavó a través de la apretada entrada de Yeha. La entrada de Yeha rechazó a Hangun con todas sus fuerzas. Pero no pudo resistir los empujones de arriba a abajo, y finalmente, con un golpe espantoso, el grueso glande se deslizó dentro.
Era tan enorme que incluso con el pene medio erecto le aplastaba las entrañas. Yeha tragó saliva, prefiriendo asfixiarse. El dolor de su entrepierna al ser estrujada le hacía llorar a cada golpe.
"Ughh..."
Yeha arañó el suelo desnudo, la superficie era inflexible cruel sin nada para atrapar. Su cuerpo aplastado y la respiración constante y furiosa de Hangun que escapaba de atras eran indeciblemente horripilantes.
Había tenido muchas relaciones con Hangun, pero nunca había estado tan seco. Siempre había estado borracho de sus feromonas, o drogado con narcóticos, y entonces ya dolía bastante, pero ahora, sin nada que lubricara a Yeha, era como un torrencial aguacero de dolor, como arder en las llamas del infierno.
Hangun finalmente se sumergió en Yeha, hasta la raíz de su pene. Yeha ni siquiera pudo gritar, sólo se estremeció con el rostro débil y pálido. Hangun se inclinó y susurró al oído de Yeha.
"Sí. No es para tanto".
"Huh..."
"Podemos hacer otro. ¿Verdad?"
No le estaba preguntando a Yeha. Hangun parecía estar convenciéndose a sí mismo. Lentamente retiró su pene. La piel seca se pegó a su pene y fué llevada con él. Yeha apretó los ojos. El dolor era insoportable.
Cuando su pene estuvo fuera excepto el glande, Hangun lo embistió hasta el fondo de una vez, con un ruido sordo. Su entrada agrietada, se desgarró, incapaz de soportar el volumen. Un penetrante olor a sangre pasó por sus fosas nasales, permitiendo a Hangun asentarse más profundamente dentro de Yeha.
"Ah, duele... ugh, duele, mierda... ¡DUELE!"
Yeha tiró de su mano hacia atrás para empujar a Hangun lejos, pero es apenas un toque, por lo que es un acto de desafío.
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Cuando Dios nos creó, no se equivocó
General Fiction𝓢𝓲 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓼𝓪𝓫𝓮, 𝓷𝓪𝓭𝓲𝓮 𝓵𝓸 𝓪𝓻𝓻𝓾𝓲𝓷𝓪